
Esa luz de espiga que se diamanta en tus ojos antes de mirarme. Frente a ella, mi miedo escuálido y atroz al futuro. Hemos convertido nuestros besos y la humedad ingrávida del deseo en bonos de una moneda roñosa. La amortización es un cúmulo de letras de odio convertibles en capital. ¿Será que toda ideología es, por tanto, dinero? ¿O que cada libertad supone un perfume de sofisticación? ¿Puede tratarse de una revuelta eterna entre instituciones dentro del orden y de camarillas simbólicas al asalto del orden aún más totalitario que el decrépito que ya no se mantiene ni que produce como el dinero manda?