
El 12 de octubre, es decir, hoy, como dispusiera desde 1987 el gobierno del socialista Felipe González, España celebra el día de la Hispanidad. Que el término fuera manoseado por cierto franquismo – por la panhispanidad hacia Dios – no oculta que el término saliera de la probeta de un intelectual muy enfrentado a los caquis militares de la inteligencia muerta, Miguel de Unamuno. La hispanidad hoy en lo institucional, al menos en España, queda reducido a un desfile militar. Pero si tiene algo de verdadera liturgia, es el nexo ecuménico del español, gracias al cual España y Latinoamérica han sido lugar del que escaparse y encontrar un lugar de existencia. Esa posibilidad la otorga no el controvertido poderío conquistador, sino el español. Este idioma viajó a América como castellano viejo y volvió con su inmensidad universal de préstamos idiomáticos que ya hablara Cervantes y hoy nosotros. Este idioma de conquistadores, quedó conquistado por el quechua, el guaraní, el aymara, el náhuatl, las lenguas mayas, el mapudungun, el arahuaco, los dialectales de las ínsulas de Filipìnas.
En la derecha española hay morriña de un hispanismo anterior a la modernidad a la que achaca la fatal mezcolanza. La izquierda regurgita un precolombismo con un label de poscolonialismo de trazo grueso. Si lo español, que ya menciona el rey Alfonso X y en cuyo reinado comienza a tomar parte precisamente esa síntesis, tiene un adn mil rizado de saberes y culturas, de visigodos, por no retornarnos a las de romanos, al fundamental influjo de Al Andalus por donde entraron Aristóteles, Platón, Averroes a la península, la aportación sefardí. En el castellano resultan imprescindibles las aportaciones del euskera y el gallego. Lo español y el idioma español con él, son un constante proceso de enriquecedora hibridación.
El desfile militar en Madrid con motivo de la hispanidad lleva todo el significado simbólico y cultural de la hispanidad a un campo que más tiene que ver con el poderío que con la universalidad del idioma español y el común patrimonio con millones de personas en América Latina. Lo que viene a deducir que el Poder es cautivo de sí mismo, mientras que el idioma busca con su mezcla liberta, ejercer la libertad dejando de ser el mismo cada vez que se habla, lee o escribe. La patria de lo español es su idioma.



