Ocurrió a causa de la rabia. Esa rabia que precedió a un ascenso de ánimo que luego se llamaría indignación. Aquella tarde eran dos. Uno hablaba desde su domicilio en la localidad vizcaína de Algorta; el otro en la orilla tardecina de baja mar en Laredo. Era preciso, coincidían, crear una revista que posibilitara no solo el grito, sino el espacio de escape al aire patricio, de sacristía política y porrazo legal que se vivía en Euskadi en 2011, especialmente en los feudos propiedad sempiterna del PNV. La revista Hincapié se engendró como respuesta a una náusea contenida que en los pueblos de Euskadi se vivía desde siempre como designio. Sería al de mucho tiempo cuando emergiera, tímidamente, el hartazgo. Patxi Amezaga Asensio había formado junto a otros vecinos una heterodoxa asociación vecinal que cuestionaba un macro teatro en la localidad de Getxo. Presupuestado en 40 millones ascendería, en diez años de obra, a casi los 70. Era el símbolo de los tiempos. Y el negocio. El alcalde de turno, era el pretor del indisimulo, y las falanges próximas al partido, de diferente edad, condición y agradecimiento, hacían las veces de milicias sofocantes ante los episodios de atrevida insurgencia contestataria en los barrios. Ante todo, el orden.
El conocimiento de Patxi Amezaga del mundo editorial ayudó a crear una pata, la editorial Hincapié, creada para nutrir a la revista que era su madre. Ya ven un complejo contraedípìco que no por mayúsculo dio sus buenos resultados. Los libros de la editorial influyeron con meridiana y a contra pronóstico en la pacata realidad política y social vasca.
Patxi Amezaga es un personaje. Me parece clarividente la intrahistoria de un reportaje aquí publicado, la particular ruta en carretera del tren de La Robla hasta Bilbao. No en un coche cualquiera. En la furgoneta más barata en toda Europa que Patxi había conseguido en un portal digital. La furgoneta estaba a la venta en Palencia. Me sugirió acompañarle y hacer el camino en ella. Acepté. Sugerí sinuar el trazo del tren de la Robla, en León, que a tantas generaciones de trabajadores inmigrantes había traído hasta Bizkaia. En el autobús hacia Palencia, me enseñó la furgoneta que íbamos a probar y comprar y con la que volver: una Citroën cirila amarilla chillón de 1979. No cabía yo en mi asombro. Ese era Patxi Amezaga.
Los primeros años de la revista y la editorial fueron un diente de sierra en los que Patxi Amezaga aportó maestría a la hora de trabajar e incluso compartir horas con los gremios, o mejor dicho, con el gremio de la impresión. Era un negociador cáustico e imprevisible.
Junto a él, y con el proyecto apuntalado con la incorporación de Txefe Martínez Aristin y Anabel Muro, entonces al frente de una librería de referencia en Getxo, La Gusana, la revista pasó a ser un visado de experiencia. Nos propusimos lograr algún día una gema de luz propia. En ello estamos. Se trataba de merodear los desquebrajados legajos del periodismo vivaz, buscar narrativas punzantes y enriquecedoras. Y fue así como hemos ido virando, sin dejar de cultivar la crónica y la narrativa hacia las reseñas de libros que creemos abren grietas en la condescendencia y la apatía contemporánea.
Patxi Amezaga Asensio hizo posible este firme tránsito de la revista Hincapié. Son de especial interés las crónicas que publicó desde Gaza y luego Lisboa con motivo del aniversario de la revolución de los claveles.
Independentista vasco – «excepto [fulano de tal] no conozco a más independentistas» – con un marcado antifranquismo y españolismo por haber sufrido una violenta educación nacional-católica – se mostraba crítico ante «los suyos» cuando los suyos, que ya no lo eran, componían sainetes con los gestores de la hegemonía política, es decir el PNV.
Estos quince años de Hincapié, no hubieran sido posibles sin Patxi Amezaga Asensio. Para quienes hemos compartido con él un quinto de nuestra vida, emocional y profesional, el lugar en el que estamos nos recuerda a Lucrecio: todo devuelve a la materia de los átomos de donde venimos y lo que somos. Energia.Y ahí están los artículos de Patxi para siempre en la revista que un atardecer él desde su casa en Algorta y quien esto escribe desde la crepuscularia y ocre tardanza de la playa La Salve en Laredo decidieron crear.
Buen viaje, Patxi Ametzaga Asensio.