
Las últimas operaciones policiales denotan que un pequeño pero creciente fantasma recorre España: el peligro anarquista que se creía erradicado en 1939 y mejor atado en 1978. Fue, probablemente, una falsa ilusión. Lo que políticos y artificieros legales no consiguieron alcanzar, la policía pretende subsanar por el bien democrático, aunque bien es verdad que a toda prisa. El anarquismo, sea lo que puediera ser este, no es ni mucho menos el centro de los peligros para la eterna policía –los Gobiernos pasan, las sociedades mueren, la policía es eterna, Balzac dixit -. La cuestión es el entorno. El entorno de cada cual o cada quien es, aplicando o no la teoría de espacios negros comunicantes del universo, en realidad un todo. O lo que es lo mismo: todo abarca a cada cual o cada quien. Lo que se resume en: entre el ministro de Interior, tú y mi cuñada hay un entorno de pasados, presentes o futuribles terroristas. Esta es la historia de Fabiano y Agurtzane, cuyo posible delito es pertenecer a un entorno.
«No entraron con violencia. Llamaron a la puerta, abrí y ví a decenas de guardias en fila en el pasillo de la escalera. La mitad se quedaron fuera. En mi casa no hay espacio para tanta gente», dice Fabiano. Un mando de barba incipiente, de estatura menor que la del metro setenta de Fabiano leyó la orden de detención y la de registro de su hogar. Y a bocajarro: «conoce usted o ha tenido relación con…». Pues, tras pensarlo mediando el susto creciente como si la templanza se estuviera poniendo al fuego vivo, sí, se trata del novio de una cercana compañera de trabajo. Acto seguido, el mando lee los derechos a Fabiano, a pesar de que ya le ha birlado uno de ellos, el de no declarar. En la más estricta realidad, la respuesta de Fabiano carece de toda importancia; el mando se la va a dar, no por un exceso ni de la maldad ni temeridad propias: sigue las órdenes encomendadas que son relacionar a Fabiano con otra persona y trazar entre ambas toda una línea de infinitos puntos, un todo lineal.
El interrogatorio en el cuartel de la capital donde vive Fabiano tiene su punto surrealista. Otro cargo, alto, delgado, de tez pálida y pronunciadas ojeras, procede cansado, apenas con el interés que se le supone a alguien que ha dado con el integrante de un peligroso terrorista. Le pregunta a Fabiano por encuentros con …, de planes que …. haya podido comentar, de eventos políticos en los que Fabiano y … hayan podido coincidir en los últimos 10 años. Por sus opiniones acerca del gobierno, de tal político. Poco puede aportar Fabiano al escaso interés de este segundo mando de la benemérita. No ha pedido abogado, ni se ha negado a declarar. Las idas y venidas del interrogador concluyen al de tres horas: le enseña fotografías del local de una organización sobradamente conocida en la capital. ¿Reconoce este local? ¿Ha estado alguna vez? «Pues claro que sí, le digo, alguna presentación de un libro o un concierto allá. en esta ciudad es de los pocos lugares donde hay algo de actividad cultural, respondo». Por supuesto que es para el más que cansado agente la respuesta correcta. Caída del cielo. «el interrogado reconoce participar de las actividades de tipo cultural y militante, al igual que …. que se vienen desarrollando en este local».
A la hora en la que el agente cierra la puerta de la celda de Fabiano, otra se abre a escasos 350 kilómetros. Agurtzane recibe a un interrogador más despierto. Lleva cinco horas detenida. A su casa acudieron menos agentes que a la de Fabiano. La sacaron encapuchada; varios fotógrafos sabían de su arresto y su fotografía aparecerá en los periódicos del día siguiente. «Más te vale decir la verdad o lo vas a lamentar»; «todo el mundo sabe de qué lado estás y a quién ayudas. Usted verá» la espetan de camino a dependencias. Agurtzane no tiene experiencia en las lides de estar privada de libertad. Pero sí conoce a mucha gente que lo ha estado. Vive en un pueblo guipuzcoano donde desde hace cuarenta años las redadas con detenidos por días, semanas o encarcelados son frecuentes. Sabe, como todo el mundo, que buena parte de aquellos detenidos denunciaron torturas en dependencias policiales. Agurtzane se niega a declarar en el cuartel y asegura que lo hará solo ante el juez. La acusación que pesa sobre ella la ha elaborado el cuerpo militar que la ha detenido. Un juez de la audiencia provincial en Madrid ha procedido a dar el nihil obstat. Tal como se filtra a la prensa casi momentos antes de su detención, a Agurtzane y a otras personas detenidas al mismo tiempo en diferentes pueblos de Euskadi se les imputa un no del todo novedoso hecho semi delictivo: la pertenencia al entorno de familiares de presos de ETA. Agurtzane es una psicóloga que atiende a familiares que a su vez tienen en su seno a alguien detenido o condenado por pertenecer a ETA. La suya es una detención en la operación contra el contorno del entorno de los familiares de presos de ETA. No hay delito concreto, sino adscripción a un entorno social siquiera delimitado.
Con las barbas del vecino cortadas, en donde viven Fabiano y Agurtzane no han puesto sus vecinos las suyas a remojar. Salvo esporádicas protestas en diferentes pueblos, las operaciones policiales han pasado con futilidad. Hace tiempo que en los ambientes de la magistratura y la abogacía la preocupación por la posible involución del estado de derecho es cuestión tabú. En la capital del reino, un magistrado al que llamaré Arturo pone al descubierto la posible causa: «El Estado hace frente a dos enemigos: el primero exterior. Aquí es ETA, que está identificada con el independentismo que hay en el País Vasco. Por eso, todo lo que sea cuestionamiento en el norte es identificado con ETA; por otro lado, el enemigo interno: la sedición, subversión estudiantil, política, la insurrección que cuestione el orden interno».
A resueltas de que, como ha ocurrido con condenas por torturas o con la defenestrada doctrina Parot, Europa haya rectificado a España, en el fondo del vaso del derecho español queda un poso de involución que no hace sino aumentar. «El nuevo código penal gira un poco más la tuerca que estaba ya prieta a contravuelta desde hace años», reconoce Arturo. Si esta ha sido posible, los contrapoderes han mirado a otro lado en aras de evitar que los demonios externos e internos del estado lo debilitaran. Y en el camino, la excepción se ha hecho norma, en cuyos terraplenes cotidianos aparecen personas como Agurtzane y Fabiano. Y con ellas miles.
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P.D: Los nombres de las personas incluídas en este relato son ficticios a fín de proteger su identidad y las de su «entorno».