Capi, la vecina, no reanudó fácilmente la cotidianidad. Después siguieron noches sin dormir. Tenía una palidez caída. Hay colores que se arrojan sobre nosotros, quedan lívidos en nuestro rostro, mortecinos, como si fueran las riberas de unas ojeras profundas. La cara de Capi era la descripción de una estética de lo terrible. Revoloteaba en su