Lo cierto de un crimen no son sus certezas, sino el rastro que dejan sus trazas ausentes. En la noche del 26 al 27 de septiembre de 2014, en Iguala, Guerrero, México, desaparecieron 43 estudiantes provenientes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa ; seis yacían muertos de disparos, y decenas de heridos. Los testimonios de estos, se supo, fueron arrancados bajo torturas. El tiempo corre en favor de los criminales, salvo cuando alguien urga en el espacio y detiene el tiempo. La historia de los estudiantes de Iguala ha dado la vuelta al mundo, pero no se conocen demasiados detalles. John Gibler decidió urgar en el espacio.
– Lo que me motivó a ir a Guerrero y empezar a investigar y hacer el libro fue la indignación, fue la rabia, fue la tristeza y fue, en todo momento, el compromiso de escuchar a las personas más afectadas -los sobrevivientes de los ataques y las familias de los desaparecidos- y buscar la forma más respetuosa y poderosa de compartir ese ejercicio de escucha a través de la escritura.
El resultado del testimonio recogido in situ por Gibler tiene una conclusión: fue el Estado. Es el título del libro editado en México por Sur+ y en España por Pepitas de calabaza. Los supervivientes y los heridos ofrecen sus palabras para dar presencia a los que ya no están con ellos: los desaparecidos-asesinados, componiendo la historia oral de la infamia.
José Armando, 20, estudiante de primer año. Es por eso que nosotros venimos a Ayotzinapa, porque somos hijos de campesinos. No tenemos recursos necesarios para irnos a estudiar a otra escuela. Y esta es una escuela de lucha, donde nos inculcan valores para seguir luchando por tener un buen futuro más adelante, para poder apoyar a nuestras familias. ¿Y qué hace el Gobierno? Mata estudiantes.
Miguel Alcocer, 20, estudiante de primer año. Yo vine, pues, por falta de dinero. Yo dejé de estudiar dos años por lo mismo, que no tenía dinero. Quería seguir estudiando pero mis papás ya no tenían para darme más dinero y ya no había recursos. Ya sabía de esta escuela y quería venir, pero hasta este año me animé a venir para acá. Y así pues, les dije a mis papás que me iba a venir y me dijeron que sí. Pues era la única opción, por el dinero, porque aquí no se paga nada, la comida, luego los cuartos, todo aquí te lo da la escuela y por eso quise venir aquí.
Jorge Hernández Espinosa, 20, estudiante de primer año. En la semana de prueba al principio nosotros sí, la verdad que lo vimos mal. Dijimos: «¿Por qué nos hacen eso si nosotros queremos estudiar?». Pero la verdad que ahí se valoran muchas cosas. Aprendes a valorar desde tu familia, desde la comida, desde tus compañeros, desde tus amigos, todo, todo, todo. Porque llega el momento en que te cansas y dices: «Ya no puedo más, me voy a mi casa». Pero después dices: «Voy a llegar y ¿qué les voy a decir a mis padres?: Me vine, no pude, no aguanté, no fui capaz de pasar la semana de prueba». Entonces te das valor tú mismo y piensas en tu familia y dices: «No quiero defraudar a mi familia, quiero que mi familia se sienta orgullosa, quiero que cuando regrese les diga: me quedé». La verdad que sí, pues, es muy difícil porque trabajamos, hacemos todo lo que hace un campesino, porque todos somos campesinos. Pero por ejemplo, lo que un campesino hace en un mes, nosotros lo hacemos en una semana. Entonces duplicamos el trabajo. Hay veces que no tomamos agua, no comemos, sí las hay y se siente feo, pero al mismo tiempo dices, cuando llevas dos, tres días ya dentro de la Normal, haciendo la semana de prueba, pues dices: «Ya pasé dos días, que pasen otros cinco, aquí voy a estar», y sí.Jorge Hernández Espinosa, 20, estudiante de primer año. Yo quiero ser maestro y quiero salir egresado de la Normal. Quiero un día contarle a mis hijos, a mis nietos: «Yo estudié en la Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa» y sentirme orgulloso de decir: «Yo fui parte de esa masacre que se vivió el 26 de septiembre de la que todo el país entero, todo el mundo se enteró, y apoyaban, algunos criticaban, pero todo el mundo entero recibió la noticia de Ayotzinapa, de que fuimos reprimidos». Y me siento orgulloso de decir: «Yo soy, formo parte de la academia de primer año, soy alumno de la Normal de Ayotzinapa». Coyuco Barrientos, 21, estudiante de primer año. Hay una frase que muchos dicen aquí: quien ve una injusticia y no la combate, la comete.
John Gibler, nacido en 1973, vive desde 2006 en México. Es autor de Tzompaxtle: La fuga de un guerrillero (Tusquets, 2014), Morir en México (Sur+, 2012), 20 poemas para ser leídos en una balacera (Sur+, 2012) y México Rebelde (Debate, 2011) y colaborador País de muertos: crónicas contra la impunidad (Debate, 2011) y Entre las cenizas: historias de vida en tiempos de muerte (Sur+, 2012).
Como danzantes en esa noche del 26 al 27 de septiembre de 2014 y de todas noches mexicanas, aún danzan las miradas de los muertos y torturados que han sido. Danzan preveniendo a los que serán: