El capitán Charles Moore adora el plástico.
El sabe que el océano es vencible
y sueña en la cubierta con un largo paseo:
desde las rocas serpentinas de Baker Beach
(donde antaño corría la leyenda
del joven Albert Kogler y el gran tiburón)
hasta el puerto de Kushiro y su verano breve.
Es un hermonso sueño, piensa Charles
– boca arriba en el centro del Pacífico -,
colmado de basura y paciencia.
——
Abdullah Samuels quema neumáticos en Africa.
La nube es negra y densa y el poblado
cierra (cuando es posible) sus ventanas.
Vende hierro.
Lleva así veinte años. Vende hierro.
El gobierno le ha dicho que no puede.
Le ha dicho un periodista que no debe.
Le ha dicho una ONG que se envenena.
Que envenena al poblado y a sus hijos.
pero cada mañana Abdullah Samuels
se levanta temprano y busca ruedas.
Lleva así veinte años. Vende hierro.
—–
También es cierto que si pasa
tiempo suficiente
– siglos o milenios –
la basura con cambiará
pero sí su sombre:
será entonces arqueología
——
Hay un nuevo enemigo:
lleva mucho tiempo pero es nuevo
para el hombre corriente, el hombre de hoy:
se llama «obsolescencia programada».
El hombre se enfurece,
maldice a las empresas, al sistema,
ve videos, participa en foros, lucha
contra tanto consumo innecesario.
Con el tiempo se cansa,
poco a poco se aburre
y cambia el teléfono, suspira
y entiende que la idea ha caducado
como estaba previsto que ocurriera.
——–
Estos poemas pertenecen al libro Basura de Ben Clark, editado por Delirio.