Recuerdo que una amiga me dijo que era muy difícil morirse, no recuerdo por qué, seguramente hablando de la enfermedad de un conocido. Lo que sí rememoro es la extrañeza que sentí hacia esa afirmación. Siempre he pensado precisamente lo contrario: morirse es muy fácil. Supongo que se trata de carácter, de eso que nos queda por conocimiento, percepción, fibra sensible o por impronta de otra condición. La muerte tiene tanta significación en nosotros que ha sido el acceso a muchos mundos ideales. Mientras vivimos existe, aunque queramos convertirla en una irrealidad. Para Beñat Arginzoniz la muerte es un modo de ser necesario. La piensa desde la salud. La muerte impuesta desde dentro como una necesidad preceptiva.
Por lo tanto, la muerte y él se encuentran ocupando un primer plano en este libro, Sermón de sombras. Ejercicios de aniquilación, donde se impone la no necesidad de trascendencia, y la inmanencia adquiere la máxima relevancia de una vida que se valora y estima, negándola y afirmándola en su declinar y desamparo, en su biológica condición, programada para continuar en “el sórdido lazo de la costumbre”, donde surge la pregunta de si vivir es lo mismo que durar. ¿Permanecer es lo mismo que vivir?, si permanecemos ¿la costumbre anquilosa nuestra agilidad vital? Uno cree que si somos naturaleza tenemos los mismos ciclos; si miramos a un árbol tiene raíces, si miramos a una persona tiene costumbres, el hábito, el modo habitual de obrar sin hastío ni tedio ¿no tienen la fuerza de la raíz? Y como creer o no creer no es lo mismo que estar seguros, vamos de una oscuridad a otra. La vida, en medio, es un punto de luz “es una pequeña llama rodeada de vientos contrarios”.
Somos una bombilla colgada de un techo inmenso del que colgamos estampitas consoladoras. Conciencia se llama esta breve luz encendida. Por ello creo que es muy acertada la ilustración de Andrea Conde que abre el libro, en ella he visto el refulgir de un rayo en el cielo oscuro.
Al contacto con la vida, Beñat Arginzoniz argumenta, como Epicuro, que el universo consiste en materia y vacío. Pero la materia puede ser la sonrisa de una niña y el vacío, esa forma que solo corresponde a nuestra intuición, tiene texturas de distintas acciones.
Este breve ensayo es una prueba de ello.
Sermón de sombra. Ejercicios de aniquilación. Beñat Arginzoniz. Gallo de oro, 2023. 53 páginas. 14 euros