El enunciado del programa La Base – su episodio 12, viernes 30 de septiembre de 2022 -, dirigido por Pablo Iglesias, reza al oyente y al creyente, al profano y al mendigo de sabiduría lo que puede hallar si se presta: la verdad, siempre oculta, de la realidad y sus partículas. Esto es, en el caso del concreto programa: la verdad de quién dinamitó el gaseoducto que a través de aguas europeas ya no transportaba – por decisión rusa de obstruirlo – el gas ruso a Europa. El director del programa, Pablo Iglesias, repite como método epistemológico, el dudar de cualquier realidad que insinúen los medios de comunicación de masas occidentales, por la deriva de los intereses a los que sirven. Pero para la ocasión, sí dará por buenas las informaciones de todos los medios occidentales. ¿Por qué? Pues porque ningún medio occidental ha afirmado que el sabotaje del gaseoducto que une Rusia con Occidente sea responsabilidad, o haya pruebas taxativas, de Rusia.
De ahí, colige el equipo del programa al mando de Pablo Iglesias que, dando este vacío por verdad esclarecida, debemos, pues mirar a los estados unido para encontrar la deseada explicación y el hallazgo de los hechos que demuestren la realidad de la teoría que se avecina. La prueba de cargo es que el presidente Joe Biden dijo, antes del ataque militar ruso a Ucrania, que si este se produjese intervendrían para que el suministro de gas ruso dejase de ser una fuente de ingresos para Rusia.
Y hemos de pararnos aquí, para compendiar la exposición que va tejiendo los concienzudos miembros del programa a cargo del líder pablo Iglesias. El silogismo: si no se puede probar la autoría de Rusia y existen intereses de los Estados Unidos en que Europa deje de depender del gas ruso, se deduce la autoría de Los Estados Unidos en el sabotaje del gaseoducto.
No puede haber un ejercicio tan adecuadamente moderno de lo que se llama postverdad. Ni un solo dato, ni un ápice de información, ni siquiera lejanísimas y estrambóticas pruebas circunstanciales. El desprecio por la verdad y la búsqueda a través de fuentes para la comprensión de los hechos, es absoluta. A Donald Trump le dio igual que en su ceremonia de posesión hubiera menos público que en la de Obama, cuando afirmó que la realidad no tenía que ver con los hechos sino con las percepciones interesadas- Pablo Iglesias monta de igual modo su artefacto performativo sesgando la realidad en función de los intereses ocultos; los hechos se amoldan a esos intereses. Y mientras la nueva Izquierda acusa a las nuevas derechas de imponer una amalgama de fake news, adapta la realidad a un modo postmoderno de vivir la realidad y hacerla vivir: el postlenguaje, la postverdad y la levedad de la política reducida a eslóganes en redes sociales con obsolescencia programada. Esta izquierda nueva tan añeja rinde cotidianamente una batalla contra George Orwell, quien sostenía, frente al ejercicio totalitario de la postverdad de su época, que los hechos existen y son la más preciada herramienta del periodista y el comunicador.
No es casualidad que días después de la emisión, un tribunal académico haya truncado el sueño de Iglesias de convertirse en profesor asociado de la Facultad de Ciencias Sociales y la Comunicación de la Universidad Complutense. Iglesias obtuvo un 4 sobre 10. No enseñará a futuros periodistas y escritores el arte que despliega en su programa La Base.