Los médicos dijeron que Elias Khouny iniciaba el tránsito. Faltaban cuatro días para que sobre el cobalto del cielo de Beirut rasguñaran los aviones de combate. El barrio cristiano de Archrafieh, la altiva colina oeste de la ciudad, se afligía al mismo ritmo que se apagaba el corazón de Khouny. Nació aquí entre lo que pueden ser ruinas aquel año de 1948. Madre, viniste a estas tierras a parir añoranza. En París, en Madrid, en Alejandria, en los periódicos evocarán líneas recuperando la destreza literaria y formal de Elias, maestro del realismo del sufrimiento, maestro de la novela libanesa. En Beirut, en las páginas de al-Nahar – El Día -, los obituarios harán de él uno de los más sagaces críticos literarios. Elias Khouny murió. Al quebrarse el día 15 de septiembre. No hubo gente corriendo en las calles, en los cafetines. Nadie se agachó a recoger las lágrimas. Sí hubo llamadas. Suspiros. Elias Khouny pudiera haber sido, o quizá lo es para la eternidad el personaje que abre su magnífica novela La Cueva del Sol. Um Hasan, la comadrona, y por tanto madre de tantos y tantos niños palestinos nacidos tan lejos de su tierra y la de sus antepasados en los hacinados campamentos, ha muerto. Khouny es una parturienta: en sus novelas pare a protagonistas borrados de existencia, desterrados, pasados por las armas de quien ocupó y ocupa sus tierras. Personajes convertidos en una cadena de sombras platónicas unidas por esposas con alambres de espino. Esperando en cárceles, comisarías, campos de refugiados. Vacíos de presente, sin armaduras con una tierra que no les es concedida sino para morir.
Los protagonistas de Khouny asistieron a su funeral. Como negros compromisarios de los 41.000 niños, mujeres y ancianos asesinados en Gaza. ¿Por fin son ya libres, como los niños de Auschwitz? ¿A cuántos en El Líbano les toca ahora su turno?
Khouny retrata la bajo-desgracia de sus personajes, la micro atómica realidad. Pero mucho más. En medio del humo negruzco del crimen contaminando su existencia, del arma de su garganta ya no se enarbolan mensajes laicos sino los del Corán. De las luchas obreras, al mando militarista de los aliados a Dios cuyo paraíso es de metralla para los mortales.
Los tanques y los aviones, israelíes, bombardearán la tumba de Elias Khouny. Y de nuevo a sus personajes. Mientras todos miramos la masacre.