En la populosa Darwin, capital del territorio del norte de Australia, el gobierno va a construir una megacárcel reservada a los aborígenes. Tendrá capacidad para albergar a 1.000 reclusos. Según las autoridades, el diseño arquitectónico ha sido pensado «respetando el lazo de los aborígenes con la naturaleza», según cita la revista XXI. Los edificios anexos acogerán a los ancianos de los clanes. No faltarán en el parque temático presidiario los hangares dedicados a talleres para la reinserción laboral al mundo blanco para los aborígenes a punto de expirar su condena. Nada se dice de puestos de cerveza australiana para los visitantes y puestos de hamburguesa de canguro o palomitas para los visitantes que quieran ver a los aborígenes australianos. Se trata de una oportunidad única. Mientras que ya ha sido reducidos al 2,5% de la población, son el 27% de los detenidos, delitados y condenados. Así que la nueva super cárcel es la mejor manera de ver en directo a los descendientes de los primigenios pobladores. ¿Gracias al gobierno o a Darwin y su selección penitenciaria de las especies?