La ebullición de los días previos parecen llevarse a sotto voce. Se trata de romper el record establecido en la Diada del año anterior. Nervios y pulular de voluntarios, pero escasa publicidad en las calles. El éxito del Concert per la Llibertad Nacional organizado el pasado 29 de junio en el campo de fútbol de Barça con 70.000 espectadores que pagaron entre 12 y 150 euros por cabeza resultó un acto previo muy gratificante. Un buen presagio de lo que podía acontecer en la Via Catalana y su pretensión de unir manos entre Vinaròs y El Pertús. Ante la delegación de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), alma máter organizadora de todos los acontecimientos de carácter soberanista de El Raval, una heterogénea cola espera su turno para que salgan los anteriores y así poder acceder al local para adquirir merchandising oficial. La cola representa un corte sociológico de toda la sociedad catalana. Jóvenes, no tan jóvenes, maduros y jubilados, padres con niños alborozados por la ocasión, trabajadores manuales y empleados de cuello blanco en sus horas libres colaboran económicamente con el movimiento comprando distintivos independentistas con el fin de dar color a los actos. Una voluntaria comunica a las personas de la cola que el kit oficial (camiseta y pañuelo por 12 €) ya se ha agotado. Las banderas estrelladas también se han acabado. No importa, la cola sigue regenerándose de personas para entrar y aportar su granito económico adquiriendo el merchandising oficial. Dentro del local la oferta se presenta en todos los formatos imaginables, con predominio del amarillo, el rojo y las referencias a Catalunya y su independencia. Se respira ambiente de boda, aunque en esta ocasión sea más bien de feliz divorcio.
Agotar existencias es un indicativo de que este 11S de 2013 puede ser mejor que el anterior en el que más de un millón de catalanes y catalanas se tiraron a la calle para reivindicar el “derecho a decidir”. Pero a esta edición se le añade el más difícil todavía. El año pasado la demonstración popular constituía un mensaje dirigido casi exclusivamente al Estado español exigiéndole el derecho a decidir vías para divorciarse. Este año la meta de unir más de cuatrocientos kilómetros de manos en la Via Catalana pretendía llamar la atención del mundo entero. Para lo cual debían superar en asistentes y en músculo organizativo a aquella Diada. No fue difícil encontrar los 30.000 voluntarios necesarios para coordinar los 778 tramos en los que se dividió el recorrido. Para España lo del derecho a decidir del 2012 podía sonar aceptable, pero para el mundo el mensaje necesariamente tiene que ser de fácil comprensión. Independencia es un concepto internacionalmente entendible. Ahora ya se le presenta a la opinión pública mundial la oportunidad de entender la reivindicación de un cada vez más alto porcentaje de catalanes. En el ANC estaban conscientes de que a los españoles se les erizarían los pelos al escuchar esa palabra, pero asumieron las previsibles consecuencias de la tormenta. Del derecho a poder divorciarse se pasa a exigir su inmediata consumación.
Mientras esto ocurría en Catalunya durante los días previos, la España central, fiel a su centenaria tradición de que lo que no se habla no existe, tapó esa realidad con la mano. El trabajo de teloneros previos al acto recayó en el grupo de palmeros mediáticos especializados en azuzar desde la lejana meseta a cuanto periférico pase por el trance de no respetar debidamente la sacrosanta indivisibilidad de la patria común de los españoles. En muchos casos los periodistas de Madrid redujeron el problema a parámetros casi testiculares refiriéndose a la situación como una “respuesta al órdago nacionalista”, “un pulso al estado”, “una absurda deriva soberanista” o una simple “aventura nacionalista”. Los titulares de la prensa madrileña nunca entendieron que sus soflamas y la retahíla de insultos dirigidos contra los que no piensan como ellos, suenan a música celestial en los oídos centrales, pero constituyen gasolina de alto octanaje que aviva los fuegos independentistas.
En la bruma en que muchos desde Madrid atisbaban la desagradable situación catalana, añoraron poder reproducir la célebre frase del general Espartero, apodado en su tiempo el “pacificador de España”, que con motivo de la insurrección catalana de 1842 dijo que “para el bien de España hay que bombardear Barcelona al menos una vez cada 50 años”, algo que no dudó en ordenar y asegurarse de que se llevara a cabo de forma indiscriminada contra toda la población. Para la contraparte catalana el referente todavía se llama Pau Clarís que al poco de estallar la Guerra dels Segadors en 1640 proclamó la República Independiente de Catalunya. Prohibición absoluta de la palabra divorcio.
Madrid vivía esos días aires de resaca y humillación. De ser “la candidatura con mejores opciones” para organizar los Juegos Olímpicos 2020, la capital había pasado a perder su posición de favorita ante la antigua Constantinopla. Un baño de realidad difícil de digerir por la clase política madrileña que aspiraba a vender su elección para organizar los JJOO 2020 como si de un espaldarazo a su concepto de la España centralista se tratara. Un aval de toda la humanidad hacía su forma de organizar el estado. Para los españoles este mazazo fue como un mini Desastre de Annual 92 años después. Mal ambiente para hablar de divorcios.
El gran día de la Diada, el 11 de Septiembre es día festivo en Catalunya. Hasta no hace mucho la Diada no pasaba de un photo opportunity organizado para que los políticos autonómicos se lucieran colocando ofrendas florales a los que en 1714 cayeron defendiendo la libertad de Catalunya contra los Borbones. Alguna manifestación reivindicativa a la tarde de unos pocos quema banderas y hasta hace poco, eso era todo lo que acontecía cada 11 de septiembre en la Diada.
El alto el fuego de ETA parece haber trastocado esa rutina. Mientras la lucha armada se llevaba a cabo en el País de los Vascos, jueces, políticos y fuerzas policiales españolas gozaban de carta blanca para perseguir a cuanto disidente o independentista encontraban por su camino. Siguiendo la Doctrina Garzón, a cualquier persona podían colocarle gratuitamente el cartel de colaborador de ETA y empujarle por la vorágine de jueces, cuerpos y fuerzas de seguridad del estado y señalamientos mediáticos amparados en una exquisita legislación especial. Para catalanes y vascos pendía siempre la amenaza de acabar en prisión a la espera de procesos de dudosa justicia, en los que sobre los argumentos, las pruebas o los derechos individuales, siempre primaban los intereses del estado por defender la sagrada unidad de España. El alto el fuego dejó toda esa maquinaría de persecución sin sustento. Desnuda. Se abría por lo tanto una nueva era en la que todo el entramado argumental que apoyaba la persecución indiscriminada se quedaba sin fuerza al desaparecer el grupo armado que sirvió de coartada para legislar, legislar y legislar hasta corromper las esencias del estado de derecho. Desaparecieron las excusas para acosar a los partidarios del divorcio.
En España es políticamente correcto que a la gente le caigan mal los catalanes. Es prácticamente imposible encontrar personas que comulgando con los poderes existentes muestren a la vez respeto hacia los catalanes. Especialmente los partidos de derecha, aunque en menor medida también los auto catalogables de izquierda, basan sus campañas electorales en el odio al enemigo común. Catalanes y vascos son constantemente vilipendiados con apelativos que van desde insolidarios y adoctrinadores de niños, hasta peseteros, agarrados, lloricas, anti españoles, ignorantes de la historia oficial, aprovechados del dinero público, victimistas y un largo etcétera de manidos estereotipos. De tanto propagar tópicos sobre estos pueblos, el imaginario popular español posiciona a catalanes y vascos cual origen de todos los males. En el fondo, muy posiblemente lo que subyace en esta continua cadena de ofensas sea el miedo de la capital del estado a que algunos puntos de la periferia puedan ensombrecer al poder central. Madrid, ciudad ubicada en un páramo estéril, creció como polo de poder a principios del siglo veinte. Con el advenimiento del franquismo su crecimiento se disparó. Poblada en la actualidad mayormente por emigrantes o hijos de emigrantes llegados desde las provincias, los neo madrileños nunca entendieron la diversidad cultural, jamás admiten que “los de provincia” les lleven la contraria y no acaban de entender los beneficios de ser una nación aglutinadora de la multitud de orígenes históricos, ni que los tiempos cambian y las fronteras también. Los insultos que preceden a los divorcios.
Los servicios meteorológicos pronosticaron tormentas locales para la víspera de la Diada 2013, y las hubo. Para el día de la Diada predijeron lluvia y cayó fina y gris durante toda la mañana. Según el día iba coloreándose de ropajes y banderas amarillas y rojas, la lluvia cesó y por la tarde brilló el sol. Las mareas humanas llegaban de todas partes, con semblantes alegres y ataviados para dejar meridianamente clara su posición política. Bulliciosos niños, activos adolescentes, responsables personas mayores y veteranos luchadores, todos muy conscientes de que había llegado su esperado día. En el aire flotaba una sensación lúdica, de alegría desbordada, como si por fin salían a la calle para reivindicar lo que hasta ahora solamente demandaban al calor de los hogares, como si la utopía estuviera por fin al alcance de la mano. Se diría que las puertas del armario independentista se abrían de par en par. Y eran muchos, muchísimos los ataviados para exigir la separación de España. Con la bandera independentista a modo de capa de Superman todos se fotografiaban para dejar constancia a sus amigos y eventualmente a sus descendientes, que ellos acudieron a éste histórico acontecimiento. Mostrar públicamente la necesidad de divorciarse.
La cadena humana se formó horas antes de las 17:14. Con precisión suiza los integrantes de la cadena, los que habían reservado su sitio vía Internet, iban colocándose en los tramos asignados. Y en la espera de horas, de pie y ya a distancia de manos, hablaron entre extraños unidos por una meta común. En ningún momento se menciona a España y mucho menos se la ofende con signos o palabras, la fiesta va por caminos de felicidad previa al divorcio y tan siquiera se escucha un simple Good bye Spain. Faltaron a la cita de la Diada 2013 las campanas tocando a rebato en todas las iglesias catalanas. Se anunció el repiqueteo programado para las 17:14, pero muy posiblemente la iglesia todavía no tiene suficientemente claras las implicaciones que conllevaría este apoyo a la soberanía catalana en el resto del estado. Prefirieron acallar a los campaneros y solamente se oyeron por los micrófonos oficiales las campanas de la catedral de Lleida. La ingente cantidad de asistentes a la cita desbordan las cadenas humanas oficiales hasta asemejarlas a auténticas manifestaciones que arropaban y casi engullían la Via Catalana. Firme decisión para divorciarse.
Para entender este descomunal movimiento quizás deberíamos señalar la capacidad del pueblo catalán por autorganizarse. Fuera de Catalunya pocos medios fueron conscientes, del excelente arma que supone el asociacionismo catalán, la innata tradición catalana para crear asociaciones, su tendencia a agruparse para construir torres humanas, bailar o unir sentimientos. En esta Diada se pudo ver el runrún que se mueve fuera de los partidos y su capacidad por argamasar movimientos sociales cohesionados por el desprecio a la incapacidad de sus propios políticos, a los que entiende que deben marcarles la ruta que estos están obligados a seguir hasta lograr constituirse en nación emulando a Pau Clarís 372 años después. Y los políticos siguen a las masas organizadas conscientes de que si no lo hacen esas masas pueden tirarles por la borda. Este movimiento al mejor estilo 15M, sabe que el logro de sus objetivos solamente es posible si se lo quita a los políticos y lo mantiene en las manos de las organizaciones populares. Clara voluntad de divorcio por una de las partes.
El éxito de la Diada era inocultable. De nuevo las autoridades centrales disparando balones fuera entrando en guerras de cifras, como si de una reivindicación sindical se tratara. Escondieron la realidad catalana para que al igual que hicieron con Cuba en el aldabonazo de 1898, al ocultarlo luego el trago fue más doloroso. Ante tamaño movimiento de masas el poder central, además de asustar con la expulsión de una Catalunya libre del paraíso terrenal de la Unión Europea, empuña el Libro de la Constitución de 1978 cual evangelistas enarbolando la Biblia ante los malos espíritus o los seguidores de Mao blandiendo su Libro Rojo contra los desviacionistas. En este momento la no modificación de la Carta Magna española, como si actualizarla a la realidad del siglo XXI fuera sacrílego, constituye la línea de defensa de los que no acaban de entender las premonitorias palabras de Mariano Rajoy: “España se rompe”. La posición numantina del ejecutivo español está un tanto resquebrajada por la realidad, dado que no hace muchos veranos los políticos españoles cambiaron la constitución española a la carrera. Se trataba de órdenes emanadas de Angela Merkel para modificarla y que se llevaron a cabo con inusitada rapidez y agostismo. Es muy posible que para la Diada del próximo año, los catalanes se vean en la necesidad de realizarla en Alemania, para de esa forma influir en Angela Merkel a fin de que llame a Rajoy para ordenarle de nuevo que la vuelva a modificar, esta vez introduciendo la cláusula que permita a los catalanes el derecho a decidir si quieren divorciarse de España.