Hace meses libreros conocidos, amigas lectoras, me hablaron de Cristina Morales. Su último libro era, decían, irreverente, la caña, una manguera de iconoclastia en la acera superpoblada de corrección política y radical. Cristina es una navegante en las islas de un archipiélago libertario. Una paisana en la Barcelona de ateneos populares, de ínsulas barriales donde