Cuando despertó escribió: Deseo que mis cenizas sean llevadas en una carroza chapeada de plata, cubierta por un palio de terciopelo negro y arrastrado por ocho caballos, que deben lucir bridas de clinolina con drapeado de tafetán y un plumaje negro sobre el tupé.
Deseo que el polvo de mis restos sea esparcido en las hendiduras, entre los barrotes de hierro de la última alcantarilla de la calle donde vivo, mi larga calle, antes de tangenciar con Kresaltzu.
Deseo que el momento adecuado de la espolvoreación sea antes del amanecer, cuando todavía no hay gente entre los edificios, opinando y deseando y reclamando. Cuando los gatos bailan con movimientos robóticos y giran sobre sus lomos y cuellos con las patas hacia arriba en molinete al son de la música frenética del silencio a esa hora.
Luego llega la luz. El óbito de la noche, el ósculo blanquecino, la cogulla de la mañana, el injerto que comunica a los cristales de las ventanas supuestos ánimos, reales impulsos, todo ello soldado a las partes del cuerpo. Más tarde comienzan a echar raíces de enredo las horas. Voces de cocina y pasillos y cuartos interiores que chapurrean prisas mojadas en el café con leche, que sorben combinaciones del día.
El mira el carruaje de caballos que se aleja por su pensamiento, imagen que lleva su entierro ficticio. Después se va a trabajar. Llama al ascensor. Percibe el crac del aparato poniéndose en marcha. Oye los cables de acero izando como una bandera de todos los días la cabina. Espera. Piensa que debe llevar escrita en la espalda la fecha de su muerte. Piensa que mañana tiene que empezar a hacer ejercicios de estiramiento. Que rotará el cuello, duro y tieso, con movimientos circulares hasta que, flexible y dúctil, logre emular a los cormoranes que ve en el abra. Y seguirá… doblará el brazo, el izquierdo, luego el derecho, alrededor de su cuello, para ir descendiendo la mano por la columna vertebral hasta descifrar con la yema de los dedos una fecha.
Hoy los dolores de hombro y espalda le hacen caminar muy derecho. Cuando alguien le pregunta por qué va tan rígido, contesta que está ensayando la postura definitiva.