
Los acontecimientos históricos se imitan, por lo general con escaso talento, unos a otros, pero me parece que en Bohemia la historia puso en escena un experimento fuera de lo corriente. Allí no se levantó, siguiendo las viejas recetas, un grupo de personas (una clase, una nación) contra otra, sino que unas personas (una generación) se levantaron contra su propia juventud.
Se esforzaron por dar caza y domar a sus propios actos y por poco lo consiguieron. Durante los años sesenta obtuvieron una influencia cada vez mayor y a comienzos de 1968 tenían ya casi toda la influencia. A este último periodo se le suele llamar la primavera de Praga: los guardianes del idilio tuvieron que desmontar los micrófonos, las fronteras se abrieron y las notas se escaparon de la partitura de la gran fuga de Bach, cantando cada una por su cuenta. ¡Fue una alegría increíble, fue un carnaval!
Rusia, que escribe la gran fuga para todo el globo terráqueo, no podía permitir que en algún sitio se le escaparan las notas. El 21 de agosto de 1968 mandó a Bohemia medio millón de soldados. Inmediatamente abandonaron el país unos 120.000 checos, y de loo9s se quedaron, unos 50.000 tuvieron que irse de sus trabajos a talleres perdidos en medio del campo, a las cadenas de producción de las fábricas del interior, a los volantes de los camiones, es decir, a sitios desde los cuales ya nunca nadie oirá su voz.
Y para que ni siquiera una sombra del mal recuerdo pudiese distraer al país de su nuevamente renovado idilio, tanto la primavera de Praga como la llegada de los tanques rusos, esa mancha en la belleza de la historia, tuvieron que convertidos en nada. Por eso ya nadie se ocupa de recordar en Bohemia al aniversario del 21 de agosto, y los nombres de las personas que se levantaron contra su propia juventud son borradas de la memoria del país como un error de los deberes del colegio.
A Marek también le borraron de este modo. Si ahora sube por la escalera hacia la puerta de Zdena se trata solo de una mancha blanca, no es más que un trozo delimitado de vacío que se mueve hacia arriba por la espiral de la escalera.
Está sentado frente a Zdena, el brazo le cuelga del mensaje. Zdena mira hacia un lado, evita sus ojos y habla con precipitación:
– No sé por qué has venido. Pero estoy contenta de que hayas venido. He hablado con los camaradas. No tiene sentido que termines tu vida como peón de la construcción. Yo sé que el partido aún no te ha cerrado las puertas. Aún están a tiempo.
Preguntó qué era lo que tenía que hacer.
– Tienes que pedir una entrevista tú mismo. Tienes que ser tú el que dé el primer paso.
Sabía de qué iba la cosa. Le dan a entender que aún le quedan los últimos cinco minutos para declarar público que se retracta de todo lo que dijo e hizo. Conoce este tipo de negocio. Están dispuestos a venderle a la gente su futuro a cambio de su pasado. Quieren obligarlo a hablar con su voz compungida en televisión y a explicar a la nación que se equivocó al hablar contra Rusia y los ruiseñores. Quieren obligarlo a desechar su vida y convertirse en una sombra, un hombre sin pasado, un actor sin papel, a convertir también una sombra su propia vida desechada, el papel abandonado por el actor. Así, convertido en su sombra, lo dejarían vivir.
Se fija en Zdena ¿Por qué habla con tanta precipitación y tan insegura? ¿Por qué mira hacia un lado y evita su mirada?
Está todo demasiado claro: le ha preparado una trampa. Habla en nombre del partido o de la policía, le han encargado que lo convenza para que se rinda.
¡Pero Mirek se equivoca! Nadie le ha encargado a Zdena que negocie con él. No, hoy ya ninguno de los poderosos recibiría a Mirek, por mucho que rogase. Ya es tarde.
Y si Zdena le aconseja, sin embargo, que haga algo para su propio bien y afirma que se lo ha dicho los camaradas de la dirección, no es más que un deseo impotente y confuso de ayudarle de algún modo. Y si habla tan apresuradamente y evita su mirada no es porque tenga en sus manos una trampa preparada, sino porque tiene las manos completamente vacías
¿La comprendió alguna vez Mirek?
Siempre pensó que Zdena era tan furiosamente fiel al partido porque era una fanática. No era así. Fue fiel al partido porque amaba a Mirek.
Cuando la abandonó lo único que ella quería era demostrar que la fidelidad es un valor que está por encima de todos los demás. Quería demostrar que él era infiel y ella en todo fiel. Lo que parecía fanatismo político, era solo un pretexto, una parábola, un manifiesto de felicidad, el reproche secreto de un amor traicionado.
Me imagino cómo se despertó una mañana de agosto con el horrible ruido de los aviones. salió corriendo a la calle y la gente excitada le dijo que el ejército ruso había ocupado Bohemia. ¡Estalló en una risa histérica! Los tanques rusos habían venido a castigar a todos los infieles. ¡Por fin podría presenciar la perdición de Mirek! ¡Por fin lo verá de rodillas! Por fin podrán inclinarse sobre él -ella que sabe lo que es la fidelidad – y ayudarle.

En Occidente se considera El libro de la risa y el olvido de Milan Kundera uno de sus más reivindicativos. Lo es, pero no por los motivos enumerados por la crítica liberal. O, mejor dicho, no en el orden en que la crítica de entonces aceptó con entusiasmo esta magistral novela. Su partitura calidoscópica nos presenta la dialéctica relación del olvido voluntario e interior y del que se puede hacer desde el poder. Ambos llevan al absurdo de la existencia. Esta obra perfila la renovación de la novela que Kundera iniciara con La broma escrita en 1967. Los que conciben al diablo como partidario del mal y al ángel como partidario del bien, aceptan la demagogia de los ángeles. Los ángeles no son partidarios del bien sino de la creación divina. El diablo, por el contrario, es aquel que le niega al mundo toda significación racional.
El libro de la risa y el olvido juega con la gris omnipresencia de los mandarines en la Checoslovaquia invadida por los tanques rusos en 1968, pero Kundera traspone ese contexto elevado a metáfora perfectamente plausible incluso en una sociedad y épocas diferentes. La fidelidad, el amor, el compromiso, la obediencia a una vanguardia o la adhesión a una ideología bien de orden o de purificación política. Por otra parte, el sentido del amor y la sensualidad y las fidelidades angulosas que de ellos se bifurcan restallan la existencia de los personajes kunderianos que se desarrollarán en las novelas posteriores.
De la risa y el olvido. Milan Kundera. Tusquets. 304 páginas. 7,95 euros.