
Hay autores desconocidos que deslumbran por la manera de enfocar sus relatos y novelas; su calidad literaria nos es otorgada por pequeñas editoriales que prescinden del ornato promocional, merecido o no, de autores encumbrados.
Después de tan obvio comentario y entrando en el descubrimiento, por mi parte, de Jesús Zomeño con Piedras negras, relatos que como dice la contraportada “…están ambientados en la primera Guerra Mundial, pero no son historias bélicas porque no se limitan a las trincheras”, uno se queda rendido ante la eléctrica pulsión de un discurrir de líneas firmes y continuas, dirigidas al punto de observación de unos hombres que se arrastran en las trincheras estáticas durante muchos días pero siempre mortales, donde la esperanza se convierte en paciencia.
Como volví a la vieja costumbre de leer todo lo que encontraba de autores que me absorbían hasta escribir todo lo que podía de ellos, he leído Tránsitos. Nocturnos de los Balcanes. Cuatro novelas breves del mismo autor que transcurren en el mismo tiempo, la noche en trenes que enlazan Sofía (Bulgaria) y Bucarest (Rumanía).
Me explayo en El paraíso perdido, donde la conversación de dos viejos agentes secretos de la Bulgaria comunista, nos da a conocer desde su experiencia y con la sencillez del pensamiento inmanente lo que fue el barro en el que se construyó el colosal régimen. Algunos ejemplos:
“Teníamos tan pocas cosas que todo era esencial, no entendíamos que existiera lo superfluo.
“El comunista no entiende que pueda existir una relación superficial con los objetos, debe apasionarse con lo que necesite y nada más”.
“La vida privada era la parte vergonzosa de uno mismo. En la vida privada se escondían tus debilidades y ambiciones burguesas. El ciudadano ejemplar carecía de privacidad”.

En cuanto a la función literaria, se entrecruzan y superponen vidas y momentos de otras vidas ajenas al discurrir de la trama principal que, en un punto, se unen en fugaz visión como sombras proyectadas en la pared de las retinas. Vidas transversales que se inmiscuyen en las de los protagonistas que parecen principales, para que ese hombre que está aguardando en el paso a nivel el tren donde van los exagentes, se hurgue en la nariz, o el maquinista del tren nos cuente cómo siente su trabajo: resignado, sometido y apático.
Todo conforma un trasvase de planos, las diversas categorías que estratifican la realidad. Los personajes se disgregan, pierden o confunden su identidad, para a continuación recobrarla. Algo así como el nouveau roman de Alain-Grillet en su novela La casa de citas, donde reniega de los hábitos de perfección convencionales. Apostilla esta que sirve para calificar las otras tres novelas recogidas en Tránsitos: Noche oscura del alma, Extraños en un tren y Mi nombre es Mary Shelley, que atan y gavillan aturdimientos que pasman y perturban.
Piedras negras. Jesús Zomeño. Lengua de trapo, 2014. 164 páginas. 17 euros.
Tránsitos nocturnos de los Balcanes. Jesús Zomeño. Editorial Contrabando, 2025. 434 páginas. 20 euros.



