Todos los días del año, alguien o algún organismo decide que hay que prestar atención y poner de actualidad (poner en el mapa, dirían en Baskia) alguna cuestión que dificulta la buena marcha del mundo. Pueden ser fantochadas (Día Mundial del yo-yo, del Pato Donald, del selfi, de llevar el perro al trabajo, de las mujeres sin ropa interior etc.) o problemas serios (Día Mundial del Medio Ambiente, de la lucha contra la pesca ilegal, de los donantes de sangre, contra el trabajo infantil etc.) que prenden en la escasa atención de los ciudadanos, excepto para los que viven en ellos. El día 28 de julio es el día de la libertad sexual. En Bilbao, como todos los años, ha comenzado el festival de cine LGTBIQ +, llamado Zinegoak. Y como una cosa está enlazada con la otra en atracción, seducción, y excitación, y las dos con una conducta en las vidas que han dejado de ser inversas a la moral que no permitía que se ubicasen en el respeto humano y en su fuero interno, sino en el orden de la gran secta ecuménica y romana que nos tocó vivir; pues quede reseñada la noticia, haciéndola cercana y normalizada en cualquier momento y lugar.
Localización en la boca del Metro
El joven lleva el color de una flor en los labios,
el joven y la flor, solo diferentes
porque la flor no conoce su belleza
y el joven percibe su reflejo en el espejo
del teléfono móvil, como un Narciso
en el agua clara de la pantalla
sin el castigo de una caída.
El joven se mantiene inmóvil, hipnotizado
mirándose, hasta que baja el brazo
que sostiene su imagen
y mira el mundo desde su altura aceptada:
los labios pintados de carmesí
la melena recogida refulgiendo
en una ceñida diadema
que pone brillo a la tarde oscura.
El joven espera, oculta sus nervios
en una serena inversión convocada
a ese ¿Aminias correspondido?, que
se acerca con una sonrisa de arcoíris
y abre en su cara la cerca de los dientes,
que saltan al aire, libres.