La edición independiente en la península ibérica está llena de estragos, de épocas con sus vaivenes sociales, con un público, el lector, minoritario, pero voraz y exigente, y en ocasiones insurgente. De otro lado está la industria cultural, Moloch mastodóntico que abre sus fauces a las secuaces pequeñas editoriales combativas. En los últimos meses se han editado las que podrían ser memorias de dos significativos editores. Uno, navarro, que se define “rojo y separatista”, José María Esparza, pionero de la editorial Txalaparta; la otra una cara B de Jorge Herralde, impulsor de la editorial Anagrama. Los caminos de ambos han sorteado similares baches aunque navegando el mismo rio en corrientes de orillas muy distantes. Por un lado una Euskadi donde a mediados de los años 80 palpitaba a pleno pulmón la lucha independentista a la que Txalaparta ayudó con suministrar combustible de ideas, y abrir el abanico de referencias culturales y literarias a autores de todo el mundo. Por otro una Barcelona a principios de los 70 donde eclosionaba la “Gauche divine”, cierto sentir adoquinado situacionista, y el acceso a los materiales ideológicos de una Europa en la que el post 68 aún era un campo de posibilidades.
Txalaparta es a Euskadi a mediados de los 80 lo que Anagrama fue a Barcelona y buena parte de la península a principios de los 70. Sus impulsores, aunque heterogéneos, compartían un profundo sentimiento abertzale. La pequeña editorial se fijó desde un momento heredar y continuar la edición memorística de Navarra y su papel como país de los vascos que habían llevado algunos de sus impulsores, como José María Esparza. Fue toda una declaración de intenciones elegir como lugar de trabajo y sede la ciudad de Tafalla, en el bajo monte navarro. Pronto los títulos fueron abarcando más campos que el memorístico o ideológicamente ligado al extenso y variopinto movimiento de liberación vasco. Las incursiones en la literatura latinoamericana de combate, el pensamiento crítico, editando a Noam Chomsky o Edward Said entre otros muchos, o la mirada interior a escritores como Joseba Sarrionaindia, han convertido a Txalaparta en una editorial vasca en la liga de los muy grandes y buenos catálogos del estado español.
Las memorias de Esparza, “Apología. Memorias de un editor rojo-separatista”, son el resumen pormenorizado de esta andanza. Esparza relata la enorme dificultad que Txalaparta ha tenido como editorial de combate vasca. Ha estado desde sus inicios expuesta a los ataques constantes de jueces y policías que a finales de la década de los 90 ya cerraran dos periódicos y una emisora de radio con la baldía justificación de la pertenencia al “entorno de ETA”. Ese brazo “secular” que la derecha y la izquierda en España y en Euskadi lanzaron contra todo lo independentista anatomizándolo como el último cinturón del terrorismo. Una psicosis creó un estado de excepción inaudito en Europa. Una minoritaria intelectualidad alzó la voz contra el atropello.
Txalaparta ha protagonizado los más sonados enfrentamientos con los poderes fácticos en Euskadi. Yo destacaría dos principales que los jóvenes periodistas aún imberbes en la década de los 90 recordamos como hitos. El primero en la saga del periodista Pepe Rei publicó referente al entonces teniente coronel Emilio Rodríguez Galindo. Ariete en primera línea contra ETA desde el oscuro cuartel del barrio donostiarra de Intxaurrondo, Rodríguez Galindo dirigía los escuadrones de la guerra sucia contra ETA, y manejaba paralelamente toda una red en la que convivían narcos y proxenetas. La editorial Txalaparta hubo de pagar una millonaria indemnización a Galindo. A pesar de ello, los libros La Red Galindo y La Trama Verde, sirvieron para la condena que el ya general recibió por el secuestro, tortura y asesinato de los jóvenes refugiados en el país vasco francés Lasa y Zabala.
El segundo hit vino de la publicación del libro El Jesuita, también del periodista Pepe Rei. Se describía la sibilina figura del todo poderoso dirigente del PNV Xabier Arzalluz, y cómo su partido tenía un órgano de control político de la policía vasca, denominado El Club. Al tiempo se publicaba un organigrama onomástico con los principales “fontaneros” del partido, recaudadores y comisarios políticos. Fue un libro anatemizado, a la vez que leído. Txalaparta tiene un fondo de 1.400 libros publicados, de los cuales 400 lo han sido en euskera.
El devenir de Jordi Herralde al frente de Anagrama comparte camino de penurias. Nacida en 1969, sufrió numerosos secuestros de libros, además de un atentado de “incontrolados” en 1974. Anagrama fue, entre las incipientes Taurus, Tusquets, Alianza o Laia, la editorial que reunió los materiales de la contestación política en una España que hervía en las postrimerías del franquismo. Anagrama recogió el testigo de la mítica editorial Ruedo Ibérico del insigne editor Pepe Martínez.
Herralde explica en Un Día en La Vida De un editor, que para 1979 esa efervescencia política contestataria había dado paso a un escepticismo frente al pragmatismo político que caracterizaría el acceso del PSOE al poder. Los lectores de textos radicales se refugiaron en la literatura y en autores que Anagrama ayudó a sacar a la luz.
Entre los autores españoles y latinoamericanos figuran nombres tan representativos de la editorial como Carmen Martín Gaite, Pombo, Pitol, Vila-Matas, Chirbes, Bolaño e incorporaciones más recientes como Piglia, Pedro Juan Gutiérrez, Villoro, Alan Pauls, Alonso Cueto, Kiko Amat y Alberto Méndez, el autor de Los girasoles ciegos. Entre los escritores traducidos, Nabokov, Cohen, Bourdieu, Highsmith, Magris, Tabucchi, Baricco, Balestrini, Kapuscinski, Barnes, Sharpe, Bukowski, Carver, Tom Wolfe, Arundhati Roy, Catherine Millet y Lanchester
Editar es combatir. Herralde enumera unas pocas de las muchas editoriales independientes que en los últimos veinte años en España han recuperado los márgenes políticos y literarios: Pepitas de calabaza, Errata Naturae, Capitán Swing, El Desvelo, Delirio, La Felguera, Katakrak, DDT, Hoja de Lata, Virus, Traficantes, Catarata, Melusina, Acantilado, Libros del Ateroide, Nórdica, entre otras muchísimas.