
Los dos últimos libros editados de autores chilenos coinciden con el aniversario de la muerte de Salvador Allende. El país mantiene sus inquinas y se empecina con inquina en no preguntarse si sus mitos son los que lo matan no desde Allende sino mucho antes, y también después. Esos dos libros son LImpia, de Alia Trabucco Zerán y Allende y el museo de los suicidas, de Ariel Dorfman. Ambos son hojas de una ventana abierta a un vendaval. Son dos puntos lejanos que trazan la posible línea de fuga del país. El personaje de Limpia, Estela García, 40 años, Lita, es una sirvienta venida del Sur, Chiloé, a servir durante años a una pequeña mansión burguesa en Santiago de Chile. Su patrona, Mara López y su esposo, junto a la niña de ambos – sobre la que gira la tragedia simbólica de la familia y de Lita – representan el orden instituído, de los que son servidos por quienes sirven. Hay una frontera onírica en el relato de Alia Trabucco: el norte capitalino, ostentoso y mandón; el sur, pobre y campesino, servil de generación en generación. Lita se convierte para la familia que la contrata en una invisible. En el ambiente opresivo de sacristía cerrada, es Lita, mientras se consume quien destila sin embargo una luz onírica que trae consigo misma de allá de donde procede:
«El sol también se hinchó y la reaidad, toda, se dilató para hacer lugar a tanta luz. La casa, las piedras, las copas de los árboles, parecían a punto de estallar. Luego, por un segundo, las cosas brillaron, rebalsadas de luz y también yo trillé, entre las casas, un poco menos sola«.

Alia Trabucco Zerán arma una novela que es más bien un cuento largo, cargado de una negra bruma realista que tapa los destellos poéticos que se van apagando en el personaje de Lita. La familia es la metáfora de la realidad, aunque no toda. Los secretos inconfesables, la rígida estratificación, el paternalismo clasista. Pero sobre todo la reducción de todo a la base medible del material del que dispone a cantidades la familia, el dinero. La hija de la familia es el engendro de toda esta realidad opresiva y angosta. Es el mal del mal. Las catástrofes naturales que acechan y las calamidades personales no hacen reverdecer en sus protagonistas el más mínimo cambio de rumbo de sus existencias. Un existencialismo metafórico de la impasibilidad ante la propia catástrofe. Y dentro de esa familia, la autora juega a introducir violencias que no se mencionan: la violencia de una mujer contra otra que ocupa un escalón inferior o que está a su disposición; la igualdad entre los patrones es una apuesta por ganar más dinero y no perder estatus.
Si queremos pensar que la familia de la novela Limpia, publicada por Lumen, es una metáfora del Chile capitalino, Alia Trabucco se embarca en la elipsis final. Aunque el relato pueda parecer redondo tiene un puñal por el que sangra su final, que perfectamente puede ser el presente existencial de todo Chile.
Ariel Dorfman, poeta, ensayista, escritor, en suma, fue asesor de Salvador Allende y debía estar en el palacio de La Moneda – curioso nombre para un palacio presidencial – aquel 11 de septiembre de 1973. Su ultima novela, Allende y el museo de los suicidas, publicada por Galaxia Gutenberg, es difícil. Es una novela de tesis que pretende mirar el mito áurico y recalcitrante de Allende desde una luz verdadera y no mitómana.

La idea del suicidio es una metáfora política. Dorfman elabora las siguientes tesis interesantes: Allende fue el primer político que hizo un acercamiento al socialismo sin derramar sangre; los revolucionarios se suicidaron al llevar a cabo la vía guerrillera. El suicidio de Allende tuvo como objeto dar otra vía a la misma posibilidad de un cambio sin masacres ni autoritarismos. la novela de Dorfman es autobiográfica pero funciona como ensayo, cosa que no es, y se muestra como un artefacto literario abigarrado. Para justificar a sus personajes – un multimillonario del plástico, hijo de comunistas, contrata al escritor para que descubra el final de Allende a fin de incorporarlo a un museo de artistas, militares, políticos que se suicidaron – Dorfman recurre a monólogos bíblicos impostados que no ayudan a sostener a sus personajes, a excepción del propio Dorfman que está coherente y precisamente construido.
La novela, sin embargo, ofrece lo que no pretende: la voz propia del novelista permite acercarse a la figura simbólica de Allende, por un lado, y a la de la generación revolucionaria, por otro, desde una perspicaz mirada sin complacencia ni hagiografía. Al mismo tiempo reflexiona sobre cómo ese mito ha sido domesticado por sus partidarios y supervivientes para ser asumido por el actual status quo chileno. La verdad sobre la muerte de Allende – asesinato o suicidio voluntario – es la incógnita que Dorfman metaboliza sobre la totalidad de Chile. La verdad puede ayudar a ser y estar en el mundo de manera más digna, mientras que la consigna mitómana una vez rebasa un punto puede ser maligna y suicida para quien la defiende dogmáticamente.
La dicotomía entre la utopía y la reforma en la América Latina se debate en un maniqueísmo insalvable, por lo que parece, desde el momento en que ambas pretendieron capitalizar para sí las fuerzas del sueño. Chile sigue sin concluir el suyo. La vuelta a un narcisismo político y social imposible y agobiante, esconde que la reacción y el progreso pueden ser hijas prófugas de Medea.
Limpia. Alia Trabucco Zerán. Lumen, 2023. 232 páginas. 18,90 euros
Allende y el museo del suicidio. Ariel Dorman. Galaxia Gutenberg, 2023. 576 páginas. 22 euros.