Alejandro Cao de Benós lleva en su chaleco el mismo pin con los rostros de los dos últimos líderes supremos de Corea del Norte: el padre y el abuelo del actual líder. Car de Bendós es un soldado fiel a Kim Jong-un. Un soldado de la palabra. Su adhesión a los principios le ha hecho recibir el calificativo de «friki» en Occidente. Su cargo es Delegado Especial del Comité de Relaciones Culturales con el Exterior de la República Popular Democrática de Corea, y Presidente-fundador de la Asociación de Amistad con Corea (KFA). Se han contado muchas cosas de él que no son ciertas. Lo más cierto de este embajador fiel es el porte que refleja los valores de la última arcadia del socialismo asiático insuficientemente autárquica: trabajo, obediencia, tradición, supervivencia.
Hay cientos de estudiantes en el salón de actos de la facultad de periodismo de Leioa, próxima a la ciudad de Bilbao, escuchándole con denodada atención. Cao de Benós expone, a veces con iracunda vehemencia, constantes ataques al «individualismo». Los éxitos que dice haber alcanzado Corea del Norte se asemejan a los que podría gozar una democracia socialdemócrata de medio pelo en Occidente, salvo que Occidente ya no los garantiza. A través de su exposición casi de notario, uno vislumbra Corea del Norte como la familia colectiva de Alejandro a modo de 25 millones de obedientes y disciplinados súbditos del gran líder. En Corea del Norte están garantizadas la alfabetización, educación, jubilación, y sanidad públicas. Alejandro Cao de Benós no habla nunca de personas. En su loa del sistema norcoreano basado en los números – hay los números! – su discurso leído de un bloc de notas destila obviedades escondidas.
Los estudiantes le preguntan por los derechos humanos, la situación de la mujer. Contesta tratando de hablar siempre del conjunto. El estado está liderado por Kim Jong-un y antes de él por su padre, y antes de este por su abuelo. Es el garante de un confucionismo determinista que garantiza que quien nazca vaya a vivir siempre en la misma condición con un mímino de recursos a cambio de unos buenos máximos de trabajos colectivos, punitivos a veces para los desobedientes. Una mejora en cifras – oh las cifras! – de las monarquías asiáticas fundamentadas en un guía hereditario. Nuestro embajador del gran lider norcoreano no habla nunca de la policía, ni de camaradas burócratas. Alejandro Cao de Benós de Les y Pérez, como reconoce él en su único libro publicado en español, abandonó el tradicionalismo familiar y el retraso moral de su país para militar hace ya muchos años en un tradicionalismo en Corea más estructurado problamente, y en un retraso económico aunque con un doble paternalismo: el del guía número uno y el del Estado. Ese paternalismo lo explica Alejandro, poniendo como ejemplo el importante papel que desempeña el ejército como cohesionador social:
– A mi me educaron en la lucha. Cuando hice el servicio militar [en España] me enseñaban a luchar y odiar a otros. En Corea del Norte es justo lo contrario. Cuando uno va a la academia militar, se le hace formar parte de una familia.
Hay un millón de soldados. Y cinco millones que pertenecen a la milicia obrero campesina. De Benós nos adelanta lo que será noticia en los próximos días. Corea del Norte lanzará un misil intercontinental con alcance de 10.000 kilómetros. La arcadia socialista coreana vive asediada por su soledad. Y si es inmensa su falta de recursos autárquicos, aún lo es más la necesidad de persuadir al mundo de un ataque.
– Sin ejército, jamás se es independiente. Si una nación quiere tener universidades, hay que tener ejército que sirva como disuasión contra una invasión. Corea es una gran fortaleza que ha hecho que los EEUU hayan desestimado un ataque.
A sus 43 años, Alejandro muestra una redondez que no sé por qué me recuerda a la de Kim Jong-un. No sé qué puede decir de todas estas bondades del socialismo alguien que vive «voluntariosamente» en Corea del Norte. La realidad no es más feliz porque el capitalismo sea lo más corrupto sobre la faz de la tierra. Corea del Norte precisa importar los alimentos de primera necesidad. Alejandro se auto contesta airadamente que tampoco todo el arroz que se consume en España no viene no del delta del Ebro sino del este asiático. «No se lo vayan a creer», ironiza. Hombres y mujeres trabajan ocho horas de lunes a jueves; los viernes recogen y cultivan arroz y soja en los campos. Voluntariamente, insiste. Voluntariamente. Y parece hablar más de su propio voluntarismo y el de los fieles súbditos al líder de la república.
– No hay ministros que atender los viernes. Están todos recogiendo arroz.
Rompiendo el cerco
Si Alejandro Cao de Benós tiene un objetivo es romper el cerco mediático que sufre Corea del Norte. Y con una sonrisa y satisfacción que se le escapan dice que las juventudes socialistas del pueblo de Tomelloso han contactado con él para saber de Corea del Norte. Pero hay aún una prueba más palpable de que su trabajo está dando frutos: en unas semanas, quizá menos de meses, la showman española líder de la prensa rosa, Ana Rosa Quintana, visitará Corea del Norte. Pero el cerco internacional que sufre la arcadia socialista puede mirarse bajo otra mirada, la de Alejandro:
– El presidente Trump va a ser un problema sobre todo para su país. Pero ha invitado a nuestro líder a tomar una hamburguesa, lo que no es cosa mala, sino buena.
La depauperización de la vida en occidente se asemeja, pienso, a la que que puedan vivir bajo este socialismo los habitantes de Corea del norte. Es una paradoja. Aquí la gente se levanta al alba, llega de trabajar quizá más tarde que cualquier coreano del norte; llega con lo justo y consume productos sucedáneos. Con obediencia resignada. Los fieles al modo de vida occidental hablarán también de «voluntarismo», como lo hace el fiel y optimista Alejandro Cao de Benós. Sus ojos claros se dirigen a los cientos de jóvenes que suplirán los cuadros de mando de la sociedad occidental. Hoy es viernes; en Corea del Norte los fieles, excepto Alejandro, están recogiendo arroz en los exiguos campos.