Fue el hombre que urdió la transición en España. Lo sabía todo de todos. Los nostálgicos del franquismo, el rey, los entonces ilegalizados socialistas y comunistas, los miembros del gobierno de Suárez, le informaban sobre sus objetivos y confiaban en su aval político. También los nacionalistas catalanes y vascos. Gracias a sus hábiles oficios llegó una remesa millonaria de dólares para financiar un sindicato que hiciera de contrapeso al que representaban los comunistas en España. Su nombre es Wells Stabler, y trabajaba afanosamente en la Calle Serrano 75 en Madrid. Era el plenipotenciario embajador de Estados Unidos en España. Los cablegramas secretos que cada día enviaba Stabler a Washington reflejan la trastienda de la transición española y desmienten los mitos que hasta ahora habían sustentado el relato oficial: el acuerdo, la concordia y sobre todo la voluntad de crear un sistema democrático que reflejase la verdadera pluralidad del pueblo.
Los cables del embajador recogen no solo los testimonios de todos los protagonistas y aspirantes a serlo, sino sus verdaderas motivaciones. También incluyen lúcidos análisis del embajador, que perfila a finales de 1975 con una exactitud asombrosa los resultados electorales de las primeras elecciones democráticas en 1977. Stabler desgrana que los esfuerzos de Suárez, presidente del Gobierno en 1976 y designado por el rey y los encargados de llevar a cabo la Transición, también todos hombres del Rey, se centran en dos pilares: mantener la monarquía con Juan Carlos I como jefe del Estado y crear un sistema electoral que afiance el bipartidismo y penalice a las opciones políticas no mayoritarias y alternativas.
¿Por qué la oposición aceptó estas dos condiciones draconianas? Stabler informa a Washington que tanto el PSOE como el Partico Comunista necesitan ante todo ser legalizados. Y del líder del primero, el embajador informa después de reunirse con él que es el líder moderado de la izquierda que Europa, y también Estados unidos, necesitan para consolidar y dar legitimidad a una transición sin traumas. Del líder Carillo, Stabler sabe que su corriente no cuenta con apenas un 20% de apoyo electoral; su fuerza, sin embargo, y el peligro, está en la influencia que tiene en el mundo laboral, en la Academia y los medios de comunicación. Este realismo convencen a Suárez y al Rey de legalizar al Partido Comunista, decididos en un primer momento a hacerlo solo después de las elecciones de 1977. Para paliar la influencia de Comisiones Obreras, Stabler hace de enlace entre la UGT y el sindicato norteamericano AFL-CIO para que este otorgue una línea de crédito millonaria.
Los cables encriptados que Stabler mandó a su superior, el oscuro y tenebroso Henry Kissinger, dos veces al día desde finales de 1975 hasta finales de 1978 han quedado desclasificados. Los que abarcan 1976, el año en que se gestó la Transición acaban de ser traducidos y editados por el ensayista y profesor Jorge Urdánoy publicados por Akal en el libro La Transición Según los espías.
El relato canónico de la Transición española es que se hizo mediante el pacto entre el nuevo régimen aperturista y la oposición ilegalizada. Los documentos que aporta Urdánoz en este libro lo desmienten. La Transición fue pilotada desde el vértice de los estertores del régimen franquista. En su seno luchan el aperturismo de Suárez frente a una continuidad castiza de Fraga por hegemonizar el proceso. Al tiempo que son conscientes de que el paso a una democracia solo puede ser creíble si participa en ella la oposición aún ilegalizada.
El reto del presidente Suárez es hacer encaje de bolillos. Tiene que consolidar la monarquía, convertirse en director del centro derecha en el Estado, perpetrar una democracia a la europea, integrar en esa ecuación del sistema a la oposición y los nacionalismos periféricos. Decidido a no ser un Hamlet, saca de la chistera conejos de todos los colores. Tiene que preparar el paso a una democracia que inexorablemente pasa por unas elecciones. Y ese es un trámite que no puede dejar cabos sueltos. No debe haber lugar a la más mínima opción de ruptura política. Tiene detrás de él al búnker del franquismo, de donde viene, y al ejército, cuya inmensa mayoría de altos mandos hizo la guerra. Pero en los primeros meses de 1976, las encuestas dan una mayoría para el centro derecha de Manuel Fraga y no a él. El sistema electoral que Suárez estudia tiene en cuenta esta realidad que irá cambiando a su favor. E incorpora un mecanismo proporcional “corregido” que no sitúa a todos los ciudadanos con el mismo valor en su voto. El sistema electoral, que sigue vigente hoy en España, permite disonancias entre la realidad social y la parlamentaria. En las primeras elecciones de 1977 el voto de los partidos no monárquicos ascendía al 63%; el número de escaños de los partidos monárquicos fue del 54%.
Los cables de Stabler evidencian los trasiegos hasta ahora no confesados o tergiversados en su versión más dulce o mitificada con los que una casta política aperturista quería homologarse como reconocible en una Europa en la que ya no quedaba en pie ninguna dictadura. Todos sus actores desfilan ante Stabler luchando por acomodarse en las altas alturas del nuevo Estado que se levanta sobre el antiguo. Pero, como reconoce el propio Urdánoz, los cables ahora desclasificados por el Departamento de Estado norteamericano abarcan hasta casi el golpe de Estado del año 1981.
Urdánoz solo ha editado los correspondientes a los años 1976 y a 1977. Queda, por tanto, material en el que hurgar para conocer de verdad lo que pretendieron de verdad y cómo lo lograron quienes dirigieron el curso político de nuestra historia aún reciente
La Transición según los espías. Jorge Urdánoz. Akal 2024. 144 páginas. 14 euros.