No cabe duda de que la paradoja es la protagonista de una sentencia, la primera que condena a un agente de la policía autónoma vasca por la muerte de un joven en 2012 a causa de un pelotazo de goma. La Ertzaintza y los medios afines al partido que controla este cuerpo acusaban a este mando de no ejecutar la orden de cargar «con todo» en un callejón de ambiente donde se encontraba el joven bilbaíno Iñigo Cabacas Iceranzu. El tribunal de la audiencia provincial le considera responsable, pero por no parar la injustificada carga. La condena, de dos años, le eximirá ingresar en prisión.
Los hechos sucedieron tras la celebración del partido entre el Athletic de Bilbao y el Schalke 04 alemán el 5 de abril de 2012. En las calles cercanas al estadio de San Mamés se vivía la euforia de la clasificación europea del equipo local. En torno a la «herriko», taberna que reúne a, entre otros muchos, simpatizantes de la izquierda abertzale, hubo un efimero conato entre algunas personas que abandonaron pronto la plaza donde se ubica el bar y constituye una calle encajonada. Furgonetas de la policía vasca accedieron al lugar, procediendo a cargar lanzado pelotas de goma. La multitud quedó atrapada en el callejón recibiendo pelotazos de los agentes. Uno de ellos impactó en el joven Iñigo Cabacas Liceranzu causándole la muerte horas depués. Una segunda tanda de furgonetas de la Ertzaintza aparecería con la orden de «entrar con todo» en la herriko taberna emitida por el mando coordinador, Ugarteko en euskera, que no ha sido juzgado por los hechos. El Tribunal en su sentencia estima la total innecesidad de cargar contra una multitud con el riesgo de poner su propia seguridad en riesgo.
La carga «fue inadecuada, de acuerdo con esa misma normativa por las características del callejón con reducidas dimensiones y con una sola vía de salida al fondo del callejón, lo que, unido a la presencia en el lugar de una gran aglomeración de personas, dio lugar a una situación de atrapamiento y provocó situaciones de pánico, poniendo en riesgo la integridad física de los allí congregados y produciéndose el lamentable desenlace del impacto y fallecimiento», según el Tribunal. A pesar de que la orden de cargar no la dio el agente de máximo rango que se hallaba en el callejón, y que llegó al lugar de los hechos cuando otros agentes ya estaban disparando bajo órdenes emitidas de sus superiores. Este amndo se negó a cumplir al «entrar con todo». El Tribunal, considera que su obligación hubiera sido la de ordenar el cese de los disparos. Le considera responsable de homicidio por imprudencia grave profesional.
La sentencia absuelve a todos los agentes que admitieron haber disparado en el callejón. Y quien no ordenó disparar, se lleva la condena. El Tribunal parece haberse embarcado en la búsqueda de un cumpable, encontrándolo en quien actuó por omisión y dejando sin responsabilidad a quienes actuaron por acción. Un claroscuro que no puede ser más vasco. Un claroscuro que se extiende hacia un cuerpo, el de la policía autónomica vasca, intocable y sobre el que ha recaído la orden política de férrea ley de mano dura en las revueltas calles vascas. Ese celo en extirpar cualquier desorden como si fuera inspirado por «los violentos proclives a ETA», llevó a no cuestionar prácticas como las ocurridas aquella noche del 5 de abril de 2012. Hay un matiz que lo cambia casi todo. Hasta entonces los pelotazos los recibían los «violentos» o los cercanos. Durante el juicio, mandos de la policía autónoma afirmaron desconocer que una pelota de goma pudiera matar a una persona, porque «no había sucedido hasta entonces». La violencia legítima no sabe, pues, del alcance de su propio poder. O puede que sí, porque todo el mundo en Euskadi lo sabe, pero al igual que la bruma, no importa, porque todo pasa. Con esta sentencia parece haber pasado la oportunidad para buscar un verdadero responsable. Y que de la penumbra se haga al fin un poco de luz, mientras en Euskadi se sigue hablando de relatos y memoria y resarcimiento pero partidistamente de la violencia sufrida.