Este es el relato de lo acontecido en un colegio electoral de un importante municipio vizcaíno, el cuarto en población, Getxo, el día de las elecciones municipales y forales en Euskadi un 24 de mayo de 2015. Este relato pudiera haber salido de las páginas de la magnífica novela de Leonardo Sciascia, El Día de la lechuza, retrato minucioso del proceder omertesco, apiñado en el sottovoce del partido regidor y sus apañados negocios en la Sicilia de los 60. El pasado 24 de mayo de 2015, el coro de interventores, apoderados, y ujieres con votos en la chistera del PNV, evocaban con vivo y emocionante folklore la Sicilia que diestramente retrata Sciascia. Así gana El PNV pueblo a pueblo unas elecciones.
Si el discurso demócrata decía que se celebran unas elecciones democráticas, libres y el bla bla blá habitual desde 1979, en el seno de ese día se llevaba a cabo un magnífico ejemplo de control siciliano, en silencio, con sonrisa y a la vista de todos con la más absoluta normalidad democrática.
ACTO 1. Al alba, que era al alba. Viscocidad.
Son las 8:00h de este 24 de Mayo. Getxo. 81.000 habitantes aún no han abierto los ojos – ¿cuando sí lo hicieron? me pregunto adormilado- . Getxo, Feudo de la gran burguesía, hoy en decadencia, feudo del PNV durante 40 caudillantes años, feudo se creía hasta ayer del inmovilismo vasco. Getxo, en su barrio rural de Andra Mari donde el partido en 2008 pretendió cometer el negocio del siglo: 8.000 viviendas; más de 80.000 millones de negocio vivo; la movilización vecinal hizo perder la mayoría absoluta al PNV. Getxo, 24 de mayo de 2015, 7 años después, a las elecciones municipales se presenta una candidatura vecinal – apoyada por Podemos, Equo, Ezker Anitza e Independientes de Getxo -. Todos los puñales previos, luchas de colectivos sin par, podían dar paso a un alzamiento de espadas por lo que se respiraba y las firmas, más de 2.500, recogidas por la candidatura GUK para poder presentarse. Pero esta mañana aún negra y viscosa, llego a las 8:00 al colegio precisamente en el barrio que el PNV pretendió cubrir de ladrillo.
Los interventores del pnv acceden soñolientos, con sus dominicales del Deia en ristre, para las horas de hastío; llevan algo más, sus listas: del censo y de sus afiliados. El ejército del partido de las leyes viejas tiene una sola ley que sus interventores y apoderados se encargan de cumplir: verificar, comprobar que todos, todísimos, sus afiliados no solo voten – aún sacándolos de casa a pocas horas del cierre de los colegios – sino que voten con el voto traído del hogar o entregado por el comisario político en el mismo colegio.
ACTO II. De la mano del comendadore
Los apoderados de todos los partidos pululan de un lado a otro. En la entrada su única utilidad es indicar a los votantes dónde les toca votar por dirección y apellido. La candidez de los GUK contrasta con el hastío de los de Bildu, ya expertos en lides de estas. Los del PSOE están cuatro para todo el municipio, así que están dos horas aparentando en un colegio para marchar a otro y hacer así el laborioso día. Pero los del PNV representan en este escenario que tan poco da de sí un papel destacado y acorde a las novelas de Sciascia. Me fijé en él desde las horas previas: pelo blanco, rostro aguileño, mirada huraña y altiva; viste como si su ropa fuese una emanación de su alma: esa mezcla chillona en las telas tan propia de la clase media joven cursi queda aún peor en un hombre de tan avanzada edad. Esquivo. No puedo dejar de ver en él al Góngora que retrataba Quevedo; salvo que nuestro apoderado con su aguileña nariz también lleva una carpeta a sí mismo pegada: el censo, las calles y me imagino sobres con votos. Nuestro apoderado no dirigirá la palabra a nadie más que a los suyos y también será para mandar. Es el commendatore.
Veo a una anciana hablar con los apoderados de GUK. El commendatore se la quita, agarrándola, llamándola por su nombre. Con ella sube en el ascensor, acompañándola hasta la puerta del aula donde ha de votar. Los viejos olvidadizos, las viejas despistadas. Son muchos en este gran barrio rural de Getxo. Como puede que hayan olvidado traer el voto que les llegó a casa hace días, el commendatore llama a un improvisado pero esencial afiliado que hace las veces de «mula», con sobres que llevan el voto al partido dentro. El commendatore solo tiene que entregar a cada cual el voto que tiene que hacer pasar en la urna. Y deja a uno y vuelve a la entrada a por otro anciano, a por otra anciana. Pero cada anciana es más que un voto para el commendatore:
– Marisa, dile a tu hija que pase por aquí. Que no se le olvide.
Como aderezo, unas palabras de cortesía, breves, que el tiempo apremia y es preciso controlar que cientos de votantes voten a quien tienen que votar. El commendadore sabe con solo ver la cara de los que a todas luces son simpatizantes dónde tienen que votar sin necesidad de mirar su carpeta. Y así, por el porcentaje de gente que el commendatore aborda o con quienes habla, puedo hacerme una idea del posible voto del pnv hoy. Esto de la democracia y el voto es una cosa demasiado seria como para ponerlo en manos de la gente. Un apoderado de GUK comenta esto precisamente con uno de Bildu. Este resalta el caracter disciplinado, marcial y eficaz del pnv. El otro no se contiene: «yo a eso le llamo mafia».
Tercer Acto: la savia del árbol
Mafia. Leer a Sciascia, y reelerlo después de unas elecciones municipales en Euskadi, permite ver la mafia desde un punto de vista menos visceral. La mafia es un arreglo, racional, en el reparto de un negocio donde quien rompe las reglas del amaño sufre las consecuencias; es el control de las voluntades en función de los réditos de ese reparto de los negocios en clanes empresariales, familiares o políticos; es una herencia: los clanes traspasan a sus familias y herederos los beneficios y el modus vivendi. Lo voy a comprobar a media mañana. Me traslado a un colegio más céntrico. Aquí los apoderados tabién van y vienen. Pero la aguda voz de uno de ellos me paraliza. No muy apartado, está cantando por teléfono los nombres de personas. ¿son afiliados que han votado? ¿afiliados que faltan por votar? La respuesta que no alcanzo a encontrar en los muros de este colegio, se halla en los confines del quid pro quo que el clan da a quien da su voto al clan. Una cosa nuestra zurzida con puntadas oscuras pero dentro de esta normalidad anómala vasca. Status Quo. En esta tierra la bruma borra las fronteras: cuántos de quienes traen su voto de casa deben al partido su puesto de trabajo, el suyo o el de un hijo. Esta violenta manera de tolerar la vida ha echado raíz; los árboles llevan en sus entrañas la savia del favor y el silencio perpetuo. Los vascos, orgullosos, creadores del mito de su resistencia a la doblez. Los casos de corrupción salpican con mayor frecuencia portadas de periódicos.
Y se comprende que las disidencias internas del partido, lejos de ser ideológicas, se deben a injustos repartos de prebendas en contratos, puestos y negocios casi siempre con el dinero de todos.
Se cierran a las 9 de la noche las aulas. Me sorprende que en estas aulas, donde se ha urdido tanto durante esta jornada, mañana vengan a estudiar los críos que votarán dentro de pocos años. La sorpresa rasga como un eléctrico rayo la oscuridad de la noche: la cándida candidatura vecinal GUK ha recibido el apoyo de 5.809 personas; tercera fuerza detrás de un PP que se descalabra como en todos los municipios y el PNV que pierde nada menos que 500 votos, y un PSOE en caída libre más allá de Orión. Puede que este pueblo tenga más grietas por las que poder respirar y en su lechoso seno crezca la hiedra que nunca se vio. Puede.