Los nacidos entre los cautivos años de 1950 y 1971 en España tienen algo del amargor político de este hombre. Los que tuvieron alguna inquietud política o actitud disidente, han leído alguno de los libros que editó. Aguijoneó al régimen de Franco desde una librería en París. Las visicitudes de José Martínez Guerricabeitia han sido olvidadas. Hablando de él, parece reconocerse la gesta de la editorial que impulsó en los años 60 y 70. La editorial Ruedo Ibérico fue una aldea mental muy variopinta e incisiva. Pero en su seno albergaba la tragedia griega que pagaría en sus carnes José Martínez Guerricabeitia. Muchos de sus colaboradores formarían la intelligentsia que se haría con las riendas políticas y culturales de España tras la muerte de Franco. Esa intelligentsia aún controla los meandros ibéricos. Nada más hacerse con el aparato del poder en la llamada Transición española, apartaría cualquier posibilidad de supervivencia para Ruedo Ibérico y José Martínez Guerricabeitia que aún blandieron en sus últimos días la más imperiosa necesidad de mantener un espíritu libertario en el presente y el futuro. España era un país recién claudicado, acomodado y derrotado. La editorial Pepitas de calabaza recupera una crónica clarividente de Ruedo Ibérico y José Martínez Guerricabeitia escrita por el que fuera colaborador Alberto Hernando: Ruedo ibérico y José Martínez: la imposibilidad feroz de lo posible.
Desde muy joven, Martínez Guerricabeitia no hizo otra cosa más que levantarse de las constantes derrotas. Enrolarse en causas perdidas fue la manera de ganar todas las derrotas. Con apenas 14 años vive en Valencia la guerra civil española del 36. De familia campesina y libertaria José alterna cárceles y militancia en una milicia que alfabetiza a los milicialnos. Su padre y él serían internados tras la victoria de los militares. Y se establecerá en París huyendo de una condena en 1947 tras ser designado por las Juventudes Libertarias a un congreso en la capital francesa. Desde entonces, su acitvidad febril de contactar con disidentes, exiliados, editores. Martínez Guerricabeitia vive la segunda gran guerra de su vida: la de la modernidad en un París que solo despertará de su modorra en 1968. En España, el desarrollismo satinado de penuria asumida ofrece un panorama igual de lúgubre. Pero Martínez Guerricabeitia se lanza a la tarea de editar en París materiales de reflexión salidos de la España subterránea pero viva que haga de acicate en su interior. Y es así que con escaseces económicas José Martínez consigue ir reuniendo a liberales, socialdemócratas, comunistas purgados, libertarios, independentistas vascos…
De la estrechez a la amplitud, Ruedo Ibérico se irá haciendo un hueco en el antifranquismo para acabar siendo su principal aguijón cultural y político. Pero la evolución del régimen franquista permite ver que en su seno las camarillas serán el embrión de futuros partidos políticos. Los libros de Ruedo Ibérico y su revista, Cuadernos de Ruedo Ibérico, son leídos en universidades, en espacios clandestinos. España bebe la sopa boba del desarrollismo urbano y tecnológico y el aumento de poder adquisitivo de los obreros medios que son ya consumidores en una sociedad de masas. El dictador Franco muere en la cama y no depuesto.Llega la Transición que termina con el intento de golpe de Estado del coronel Tejero en 1981. Martínez Guerricabeitia vaticina:
La “transición” se ha hecho –entre otras cosas – en favor de [la “clase política”] ese grupo social bastante homogéneo, cerrado incluso en sus querellas de grupo y entre grupos. La Constitución naciente es tan autoritaria que parece una dictadura. De ahí le viene la salud a la párvula “democracia” española. El éxito del golpe evidencia el vacío de la oposición. El “éxito” del golpe tuvo lugar la semana siguiente. Cuando quedó evidenciado que la izquierda persigue el mismo objetico que la derecha: primero instalarse; después mantener esa instalación. La izquierda ha disipado el miedo que tenía la derecha en la transición. Y lo ha disipado acobardando a sus propias fuerzas. Con éxito.
El éxito. Será tras lo que corra la nueva clase dirigente de la Transición española. Será tras lo que corra la sociedad. Tras lo que corra la corriente socialista, que integrarán algunos colaboradores de Ruedo Ibérico.
El parangón entre “intelectuales independientes” y los miembros de la “clase política” es posible en cuanto a las motivaciones y finalidades subjetivas de unos y otros son las mismas: acceder a la categoría de actores en la sociedad del espectáculo (…) el “intelectual independiente” puede aceptar las normas del juego impuestas por el sistema que pretende combatir, poniendo una nota de color que realce los grises espectáculos ofrecidos por las burocracias empresariales, académicas, políticas y estatales, sazonando con ideas “avanzadas” y críticas destructivas la angustia y la frustración sentida por los espectadores sin por ello poner en duda el estatus quo que alimenta esas burocracias.
Las derechas e izquierdas antifranquistas eran centralistas en su concepción de Estado. La izquierda que sucede a la derecha no suscita más que el horror que ha de venir de un Estado fallido. Autónomico en falsa apariencia, pues las autonomías están impelidas de relacionarse entre sí, lo es para cortar las aspiraciones de vascos, navarros, gallegos y catalanes de optar a la autodeterminación política. El Estado se adhiere a los principios materiales del antiguo régimen. Y Martínez Guerricabeitia escribe:
“todas las aberraciones políticas del periodo –Constitución, el régimen de partidos, el enfoque de las nacionalidades, y las autonomías, etc. – tienen su origen en lo que señalado. Lo vamos a pagar caro”.
“derechas” e “izquierdas” son los conceptos privilegiados para velar lo político: la fractura de la formación social, la presencia de un poder – Estado- superior a ella
“sabemos que el PSOE –este- fue creado para hacer lo que está haciendo y no otra cosa […]la clase política, el PSOE, solo necesitan de la sociedad española la legitimación , hoy por hoy electoral. Para hacer o que han hecho no necesitaron más: para seguir haciendo lo que hicieron, tampoco. Para hacer otra política, hubieran necesitado algo más que el poder gubernamental del Estado.
Como apunta Alberto Herando, mientras la sociedad civil padece estupefacta el espectáculo de avidez, cinismo y depredación de su clase política, Martínez representa la ética del compromiso intelectual, la dignidad de no profesar como vocero del poder por un pobre ganapá. Martínez Guerricabeitia murió en Madrid en 1986 y hoy surgen unas cuantas decenas de editoriales que recogen el espíritu libertario de José y toda la extensa comuna que fue Ruedo Ibérico. Hoy en este tiempo de desmemoria feroz, aunque también de feroz necesidad de lo imposible.