El trabajo huxleyniano ha llegado. Nueve empleados de una compañía de marketing en Malinas, Bélgica, aceptaron a principios de este año implantarse chips entre los dedos pulgar e índice, con el fin de facilitar los accesos a los diferentes departamentos de la empresa. Con el tamaño de un grano de arroz con tecnología de identificación por radiofrecuencia (RFDI) y una memoria de 868 bytes, los diferentes chips abren puertas o encienden los ordenadores.
La empresa está compuesta en su mayoría por gente joven y “abierta a la innovación”. Este paso es la puerta, según uno de sus gerentes, “al Internet de las cosas”. La liga de los derechos del hombre en Bélgica ha lanzado la alarma por el “control total” que supone esta herramienta de la modernidad.