En el temperado y húmedo 12 de julio de 2025, el pueblo de Ermua se despereza en el solaz de un sábado de verano. Este populoso pueblo encajado en el mismo valle fronterizo entre Bizkaia y Gipuzkoa, fue hace 28 años testigo sufriente del despiadado asesinato de un concejal y oriundo del pueblo, de nombre Miguel Ángel Blanco. Sus captores exigieron 48 horas antes el acercamiento en ese periodo de tiempo de todos los presos de la organización ETA a cárceles del País Vasco. ETA establecía un abrupto símil de igual a igual y un reto deliberadamente inviable al gobierno central del PP y su presidente José María Aznar: un acercamiento de presos de ETA – cuya vida no se cuestionaba – a cambio de la no ejecución de un apresado de su partido, un humilde e indefenso concejal de pueblo.
Las multitudinarias manifestaciones en Ermua y Bilbao, con decenas de miles de personas durante esas extenuantes 48 horas entre el 10 y 12 de julio pidiendo la libertad de Miguel Blanco, hicieron efecto en todo el mundo menos en sus captores materiales y los dirigentes de ETA. Pidió hasta clemencia el Papa Juan Pablo II.
Hay un hombre que llora. Compartió silla en el ayuntamiento de Ermua con Miguel Ángel Blanco. Llora hoy los momentos en los que la vida de ese su compañero pende en ese 12 de julio de 1997 del hilo que sus captores están a punto de cortar. Ese hombre se llama Jesús. Incitó a Miguel Ángel a meterse a concejal. Lo cuenta hoy, 28 años después. Por Jesús han pasado muchos dolores. No hace falta más que ver su fotografía de entonces y su emocionado y fatigado rostro de hoy.
Jesús Villoria llegó de Salamanca a Ermua en el año 1963. Como otros tantos miles de personas, a trabajar en las factorías de máquina herramienta ubicadas en la comarca. Como los padres de Miguel Ángel Blanco. Sin ellos y los que de otros valles bajaron a trabajar de caseríos y desmontes, ni esta comarca ni la provincia ni el País Vasco hubiera tenido el impulso y la riqueza con la que aún cuenta. Fueron el pueblo trabajador
El pueblo de Ermua se engalana para celebrar las fiestas de los Santiagos. Debían comenzar ese día 10 de julio de 1997, viernes, a las siete de la tarde. A las 15:30 horas, cuando el concejal del PP Miguel Ángel Blanco bajaba del tren para acudir a su lugar de trabajo, la empresa Eman Consulting en Eibar, es aprendido por una mujer, Irantzu Gallastegui, «Nora». Le aborda con una pistola y le obliga a entrar en un vehículo oscuro estacionado en la calle Ardanza del municipio eibarrés. En su interior están los otros dos captores, Javier García Gaztelu, “Txapote”, y José Luis Geresta Mugica.
Apenas dos horas después, a las 17.30, ETA emite un comunicado a Egin Irratia anunciando el secuestro del concejal del Partido Popular en Ermua, Miguel Ángel Blanco. Da de plazo 48 horas al gobierno de España para acercar a cárceles de Euskadi a todos los presos de su organización. De lo contrario, Miguel Ángel Blanco será, asegura, ejecutado.
Jesús siente un estremecimiento. Como casi todo el pueblo. Tiempo después la Ertzaintza le comunicaría que los captores de Miguel Ángel le siguieron primero la pista a él. La inviable exigencia de ETA y el deseo de la liberación de su compañero de partido y vecino Miguel Ángel, luchan en Jesús con denuedo. Pero el ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja le arroja la fría realidad de la situación. “Mayor Oreja nos decía que no albergáramos ninguna posibilidad, que era igual que lo que hicieron con el capitán de Farmacia”. Se refiere Jesús al Capitán de farmacia, Alberto Martín Barrios secuestrado por una rama de ETA el 5 de octubre de 1983 en Bilbao, la Octava asamblea de ETA político militar, los octavos, exigía la libertad de sus presos encarcelados por el asalto al cuartel de Berga en 1980 y la lectura de un comunicado de la tarde y la noche en TVE. A las ocho de la mañana del día 19 de octubre de 1983, el cadáver de Martín Barrios fue descubierto en un monte de Galdakao, maniatado y con un tiro en la nuca.
En esas primeras horas de cautiverio, Jesús Villoria tiene un ataque de ideas disonantes. Si él no hubiera impulsado y alentado a Miguel Ángel a proponerse como concejal, quizá no hubiera pasado lo que está pasando en esas últimas horas de la tarde del 10 de julio de 1997. “pero luego también pienso que hubieran ido a por otro de igual manera”.
Las horas desde la noticia del secuestro se resisten a pasar con su habitual liviandad. Por la intensidad y las desesperadas emociones que ahora llevan, tienen una pesadez y una lentitud que las convierten en días enteros. El pueblo de Ermua, la provincia de Bizkaia, todo el País Vasco se sobrecogen entre el desamparo y la esperanza de que los captores de Miguel Ángel y sus superiores sean empáticos ante el clamor popular pidiendo un gesto humano con el secuestrado. Se suceden las vigilias en la plaza de Ermua, las concentraciones, los encierros en el ayuntamiento de jóvenes de casi todos los partidos políticos, las manifestaciones multitudinarias. Los reclamos vienen de todas las partes del mundo.
“Deciros que cualquier político del PP, es objetivo. Repetiros lo importante de estas acciones. Otra cosa. Poner toda la fuerza posible en levantar a un concejal del PP dando un ultimátum de días para que los presos estén en Euskadi (…) En relación a este tema hacerlo lo antes posible, y si no podéis secuestrarlo o hay un problema en el intento, le dais en la cabeza y a por otro. Esto lo vamos a ganar.”
Carta manuscrita del jefe de los comandos ilegales de ETA, José Javier Arizcuren Ruiz, “Kantauri”, dirigida a los comandos de ETA a principios de julio de 1997.
Son las 16.20 del día 12 de julio, bajo el puente de Lasarte en un bosque poco transitado bajo el puente de la guipuzcoana localidad de Lasarte. Los tres captores de Miguel Ángel le han trasladado allí en el maletero de un coche. Le obligan a transitar maniatado por un sendero frondoso. Francisco Javier García Gaztelu, Txapote, le descerraja un disparo en la cabeza. José Luis Geresta Mugica sujeta el cuerpo inerte de Blanco, García Gaztelu dispara entonces por segunda vez a su nuca. La tercera integrante del comando, Irantzu Gallastegi, Sodupe aguarda mientras tanto dentro del vehículo en marcha.
A las 4.30 de la madrugada Miguel Ángel Blanco fallece en el hospital Nuestra señora de Aránzazu en Donostia.
La esperanza se ha truncado en desesperación y esta en rabia y odio. En Pamplona una multitud indignada ha lanzado piedras y proferidos insultos a quienes permanecen en la sede de Herri Batasuna en el Casco antiguo. En su interior está el líder navarro de la formación, Patxi Zabaleta, que pidió públicamente a ETA hace dos días que respetara la vida a Miguel Ángel Blanco. Durante la madrugada se suceden los enfrentamientos entre cuadrillas. Los San Fermines quedarán suspendidos tras conocerse la muerte de Miguel Ángel Blanco.
A las siete de la mañana del día 13 de julio, mientras cientos de jóvenes terminan los interrumpidos sanfermines, un joven pisa un ejemplar pisoteado del diario Egin, próximo a la izquierda abertzale. Su titular de portada reza Muere Miguel Ángel Blanco y en el interior “El Gobierno no se movió y ETA disparó contra el edil del PP”. Frente a este artificioso cinismo, la sociedad consigue que en las próximas horas el miedo y el silencio cambie de bando. Si la intención política de ETA venía siendo la de socializar el sufrimiento a todos los que consideraba adversarios, eran ahora los simpatizantes de la izquierda abertzale los que se veían amenazados tras el cruento asesinato de Blanco.
Rosa sintió la necesidad de mostrar su ira saliendo a la calle. Estudió con Miguel Ángel Blanco y conocía a su familia. Era, dice, momento de dejar de estar en silencio ante cosas que sucedían. “si hubiera muerto de causa natural, no hubiera ido a su funeral. Tenía la necesidad de estar cerca de su familia”. Rosa fue una de los miles de personas que permanecieron en el exterior de la Iglesia donde se ofició el funeral. Un reportero de la Cadena SER relata en directo poco después: “a última hora se ha acercado a mí una señora mayor. Acababa de sufrir un pequeño desmallo en medio del calor y la emoción, y ha tenido que ser atendida por la cruz Roja. Pero ha visto mi micrófono y lo ha agarrado con fuerza. Sólo ha conseguido decir dos palabras: “es injusto””.
La efeméride del asesinato de Miguel Ángel Blanco muestra aún hoy la relación dialéctica entre memoria, daño, perdón y restitución. El 11 de julio de 2025 concejales de todos los partidos de Ermua honraban frente al polideportivo que ahora lleva su nombre a Miguel Ángel Blanco. Estaban presentes en ese homenaje los concejales de EH Bildu en el consistorio. Hace 28 años los de Herri Batasuna no podían expresar su consternación por temor a parecer desleales a ETA – ¿estaban también ellos secuestrados? –.
Un día después, el 12 de julio de 2025, el Partido Popular hacía en solitario en el mismo lugar un acto de memoria. Estaban presentes su recién nombrado secretario nacional, los secretarios regionales y la hermana de Miguel Ángel Blanco. El legado simbólico de Miguel Ángel Blanco, aseguraron los líderes del PP, “es el patrimonio del Partido Popular”.
La mala conciencia no existe para los dos captores de Miguel Ángel aún vivos. ¿existe para José Javier Arizcuren Ruiz, “Kantauri”, que dio la ordendel secuestro y que disfrutará de permisos penitenciarios en pocos días?
Gurutz Jauregi escribía en diciembre de 1978 en el diario Egin: “la propia concepción de Sabino Arana excluye automáticamente todo lo foráneo. Para él y sus seguidores, los emigrantes, los trabajadores invasores, todos aquellos que no entran en sus coordenadas ideológicas, sencillamente no existen (…). ETA y la izquierda abertzale ha sido incapaz de romper definitivamente con el marco del nacionalismo sabiniano, y por mucho que quiera demostrarnos lo contrario, en el fondo ha ignorado y considerado como no existente todo ese mundo que se mueve fuera de sus coordenadas ideológicas”.
Rosa cuenta que ese mundo fuera de esas coordenadas, salió, como ella misma, espoleado a la calle por la injusta afrenta cometida ese 12 de julio hace hoy 28 años. En el quiosco de la plaza de Ermua cuelga una pancarta en solidaridad con los 6 trabajadores encarcelados de la pastelería en Gijón, La Suiza. Los niños corretean por el frontón, y repican las campanas de la Iglesia donde se ofició el funeral de Blanco que hoy celebra una multitudinaria boda.
