Es de canon decir que el diario es un escrito autobiográfico en el que se mezcla el discurso narrativo y el descriptivo, el autor deja constancia de los acontecimientos relativos a su persona y a su entorno a lo largo de un determinado periodo de su vida. Periodo que, dada la cercanía entre el momento de la narración y el acontecimiento narrado, utiliza generalmente los tiempos verbales del presente. El apunte rápido y las anotaciones de tipo impresionistas, así como la abundancia de datos cronológicos y geográficos, son algunas de sus características.
Todo esto lo podemos encontrar en cualquier diccionario de términos literarios que define en qué consiste un determinado género. Así pues, se trata de hablar de lo que el escritor, editor y librero Beñat Arginzoniz llena en sesenta y cinco páginas con ciento cuarenta y un días de los últimos meses del año pasado y con los primeros del presente año.
Él mismo dice que la fugacidad del paso del tiempo es una de sus obsesiones, a lo que habría que añadir que escribir un diario puede ser cortar la retirada al enemigo, atrapando, apresando, cercando y rodeándolo de momentos. Periodos de tiempo breves, parte mínima que llega a distinguirse en el transcurso de una intensidad que ineluctablemente se distancia de su punto álgido.
El tono elegido para los diarios, en general, ya ha quedado descrito en el inicio de esta nota; no obstante Arginzoniz sabe imprimirle variantes graduales que pueden calificarse de poéticas, de modo que articula y gradúa su escritura para reflejar mejor, además que con franqueza y sinceridad, su estado de ánimo y la intención de lo que dice. El resultado es, en otro orden de cosas, una imagen radiológica tomada en varios planos y profundidad. El efecto que se deriva es un escáner literario para observar el interior de este autor que ha escrito “ El desorden de los últimos días”, donde en ocasiones intenta exponer emociones que se hallan por encima del pensamiento, casi inexpresables: “Estoy esperando lo inesperado. Espero sin saber apenas nada. Espero mientras todo pasa. Estoy esperando desde el interior negro del milagro”. A Beñat Arginzoniz hay que imaginárselo tomando notas de lo que será el esbozo de su desorden: “…a mí solo me interesa este momento en el que escribo”, como una costumbre que recupera algo el esplendor o vitalidad de lo que surge, incluso en el decaimiento: “Me acabo de encontrar con un conocido, nos hemos contado algo y hemos recordado algún lugar común. Después de despedirnos he comprendido que realmente nunca hay nada que decir”. Cuando hablamos y escribimos el valor y la importancia de hacerlo se debate con lo vano e inútil de ello. Entonces parecemos pájaros cruzando cielos equivocados.
El desorden de los últimos días. Beñat Arginzoniz. Ediciones El gallo de oro. junio de 2021. 100 páginas. 16 euros.