Para el pensamiento político convencional el momento constituyente es único e irrepetible: áureo. Forma parte de la lógica del avance histórico, tan imparable como inaccesible. La vida política constituida debe limitarse a la reiteración ritual de las condiciones dadas, por ejemplo, por medio de elecciones generales que legitimen periódicamente el sistema. Se produce un fetichismo de la democracia de la que solo van quedando, sin un debate público sin corsés, el exoesqueleto de un poder que se mantiene por la maquinaria retórica de la comunicación de masas y el consumo de bisutería política industrial.
Es por ello que a pesar de que las democracias solventen su legitimidad con menores o mayores porcentajes de participación electoral, hay una crisis de legitimidad que se cobra su molienda en los partidos de izquierda y derecha. Las elecciones en la comunidad de Madrid han sido un purgatorio y un inesperado paraíso para izquierdas y derechas en España. Y las izquierdas se han llevado la peor parte.
Hay un aire de post verdad que ambienta la cuarta ola de la pandemia en España, y por supuesto en Madrid. La sociedad en general no sabe lo que creer más allá de tomar opiniones -que no decisiones – a partir del todopoderoso magma comunicativo de trinchera bien a favor o en su contra de los gobiernos autonómicos o el central.
La derecha madrileña, liderada por el nuevo populismo castizo de diseño liderado por Isabel Díaz Ayuso, ha dejado en la cuneta electoral a toda la izquierda. El populismo frente popular de esta era un contra espejo del de la derecha, y ha acabado por el ser el carburante de esta. Donde la izquierda, es decir, el partido socialista, Podemos y la escisión de este, Más Madrid, esperaban más movilización, el cinturón obrero de la comunidad y la capital, este se ha volcado hacia el partido de Díaz Ayuso y hacia Vox. Es decir, buena parte de la capa social más empobrecida, la baja o muy baja pequeño burguesía reacciona frente al quehacer y el discurso de la vieja y nueva izquierda votando a la nueva derecha. En los barrios de la capital y los municipios que han crecido recibiendo a la nueva alta burguesía, el PP de Ayuso sextuplica al partido la nueva derecha Vox que pierde ahí apoyos.
Pese a aumentar en votos por primera vez desde 1015, la nueva Izquierda que representa Podemos parece haber llegado a un punto de inflexión. La campaña orientada en la polaridad izquierda y progresismo frente a fascismo y la focalización del líder en los ataques a su persona, dejó un vacío de contenido político que la gestión de Podemos en el gobierno tampoco ha podido equilibrar. La ley laboral que aprobó el gobierno conservador de Mariano Rajoy lleva más días en vigor con un gobierno de Podemos y PSOE. Igual puede decirse de la ley de seguridad ciudadana con la que el gobierno progresista está gestionando la pandemia del COVID.
Y en todo esto y en el cotidiano posibilismo en que la política ha encerrado a una izquierda que se presentaba como impugnadora del sistema y que ahora desempeña el responsable papel de su gestor, el proyecto Podemos se fractura por sus costados extremos, y se desinfla en su interior como reflejan los apoyos recibidos en la comunidad de Madrid.
Los resultados de la comunidad de Madrid reflejan que cerca de un 10% de la población no cree, o impugna los valores del sistema o vive en sus márgenes físicos. La izquierda institucional hace frente al reto de que al igual que a finales de los años veinte del siglo pasado, el estado liberal hará frente a la crisis económica y a la pandemia con un pacto con el reformismo para lanzar un new deal que fortalezca aún más el estado, la dictadura de la economía la jerarquía y la división social.