La prosa de David Peace es electrizante. Los tiempos turbios catalizan lo peor del Poder. GB84 podría haber sido escrita por Dashiell Hammett. GB84 es la particular caza de brujas que emprendió el gobierno británico contra los huelguistas mineros en 1984. Algo más total: el terrorismo de Estado para aplacar al “enemigo interior”. GB84 traducida por Ignacio Gómez Calvo y editada por Hoja de lata es una novela violenta hasta en su forma. La madeja de personajes, los crímenes de estado, los mandatarios nunca presentes pero siempre presentes, existieron. El César de los mineros, el cuerpo pretoriano sindical, los mineros con las manos sucias y los rostros ensangrentados, existieron. Los lacayos del gobierno, los paramilitares infiltrados, existieron. Los muertos, existieron. David Peace arma una novela crónica. Uno no sabe dónde la literatura da paso a la crónica, dónde ambas parecen ir juntas en manifestación, o dónde la literatura aporrea a la crónica. GB84 no habla de derrota. O no principalmente. No es una elegía a la lucha minera. No es solo la guerra sucia del gobierno de Margaret Thatcher. Quizá sea el compendio hasta ahora mejor descrito de una derrota total de un país. El principio del fin del industrialismo, el principio del fin del yuppismo de clase en guerra civil frente a los obreros que habrán de convertirse en chonis décadas después. El principio del fin de un estado con golpes de estado interiores para contener a raya a los enemigos internos desde 1974.
El acierto de la publicación de la novela de David Peace es doble. Es una novela donde la literatura se compromete con su tiempo. Un artefacto incendiario para las buenas conciencias y los lugares comunes que divulga el estatus quo. Novelas como GB84 son un bálsamo del grito. Siempre ha habido derrotas y aunque los derrotados siempre sean los mismos la lucha es al menos la batalla ganada en las conciencias de la posteridad. David Peace rememora la derrota de los mineros – la de su sistema de existir en el mundo industrial en ruinas y la derrota interior . Por otro lado está el esbirro del poder, El Judío, ariete enmascarado que lidera la guerra sucia contra los mineros. Hay que aplastar hoy a los mineros, ayer a los irlandeses, mañana solo la gloriosa presidenta de la nación lo sabe. ¿Es GB84 un documento histórico?. Pues no y si. No, porque no necesita serlo; si, porque la literatura pasta en los mismos prados, incluso más reales, que la misma Historia.
GB84 tiene, además, otra relevante virtud. Puede que lo que se relata en ella esté sucediendo ahora mismo. Y puede que sus protagonistas, Martin, Peter, Cath, antaño mineros sean hoy trabajadores de supermercados, teleoperadoras o de rampantes empresas de construcción. Gran Bretaña sigue estando en guerra con ellos. Aunque las lanzas no estén en lo alto. Los líderes sindicales a los que hoy solo siguen 750 afiliados cuando antaño eran 170.000 viven el final de su modo de vida. Gran Bretaña sigue estando en guerra con ellos si ellos no están con Gran Bretaña; el laborismo replicó las normas. No se aceptan más que ganadores en la nueva Gran Bretaña de la tercera vía laboralista. El Judío puede que hoy tenga otro apodo: está trabajando sobre el terreno: huelguistas, árabes, anarquistas, laboristas radicales.
GB84 es por ello una novela que va a sobrevivir a su tiempo. Más que un mapa de una gran batalla pasada es un caleodoscopio del presente bajo la bruma de la aparente derrota. La victoria del liberalismo thacheriano solo lo fue en la medida en que el sindicalismo minero fue eliminado como lobby en el nuevo sistema de influencias. Al liberalismo thacheriano solo le quedaban seis o siete buenos años. La izquierda política no pudo ganar a Thatcher nada porque se sumó al barco que solo ella pilotaba. Pero la gran paradoja que era la batalla misma no fue librada por nadie. El liberalismo a ultranza de Maggie no era más que una caricatura del intervencionismo más fáctico: aplicar a los pobres las leyes del mercado, y a los ricos un proteccionismo estatal rallano al socialismo de estado más rígido.
GB84, editado por Hoja de lata, es un trueno inesperado en la sórdida tarde. Si existe la alta literatura es la que se eleva a su propia quema. Brasa ética. Conjuro, mientras en lo alto se desperezan nubes de carbón.