Mientras la España eterna velaba sus armas para el Campeonato del Mundo de Fútbol en Brasil, contando con que su selección se alzara como número uno a nivel planetario para de esa forma tratar de aglutinar los restos de un estado en descomposición y así poder soñar con la vuelta de efímeras águilas imperiales. Mientras hordas de cortesanos continúan luchando para mostrar la miseria humana llevada al extremo de componer inverosímiles panegíricos que les sirvan para aparecer en los medios de comunicación mostrando su Inquebrantable Adhesión a los Principios del Movimiento Monárquico. Mientras las plazas españolas se llenaban de banderas tricolor reclamando la III República como señal del principio del fin del viejo régimen y el comienzo de nuevos tiempos en los que corrupción y poder no vuelvan a ser sinónimos como actualmente ocurre en el Reino de España. Mientras todo eso ocurría del Ebro para abajo, catalanes y vascos continuaban trenzando las redes que a no mucho tardar les permitirán abandonar un estado del que se consideran encadenados contra su voluntad.
Desbordantes de sonrisas y alegría, el domingo 8 de junio los vascos unieron sus manos para crear una cadena humana de 123 kilómetros. Una cadena precedida de muchos meses de trabajo desinteresado llevado a cabo por un sinnúmero de voluntarios y asociaciones para lograr que ese día la complicada logística permitiera llevar a más de 100.000 personas para completar todos los eslabones de la cadena.
Los catalanes por su parte, ese mismo 8 de junio, llevaron su mensaje «Catalans want to vote. Human towers for democracy» a las principales capitales europeas. Su entramado de voluntariado y asociaciones logró que se construyeran castells en Berlín, Ginebra, Bruselas, Paris, Londres, Lisboa, Roma e Iruña-Pamplona (en este caso coincidiendo con la cadena humana de Gure Esku Dago), además de un montón de poblaciones catalanas.
En esa fecha ningún vasco o catalán dijo nada en contra de España. Gure Esku Dago (Está en Nuestra Mano) fue el lema más coreado por los bulliciosos vascos que de mano en mano llenaron los arcenes que unen Durango con Iruña-Pamplona. Los catalanes, subidos unos encima de otros para configurar torres humanas, solamente dijeron que querían votar. Todo lo más que en ambos casos se escuchó fue la palabra de 13 letras que resume las aspiraciones de futuro de ambos pueblos. En su camino hacia la independencia ya han superado la fase de hablar mal de España y ya se encuentran en el momento de acercarse a la salida del túnel.
Para el poder atrincherado en Madrid, que los catalanes pidan poder votar desde distintas capitales de Europa o que los vascos realicen un ejercicio de empoderamiento hacía su futuro sonaron a ofensa. Su reacción inmediata fue que el mismo domingo detuvieron en el aeropuerto de Madrid a una vasca con más de sesenta años y pasaporte legal a la que enviaron a prisión. A los dos días la Guardia Civil española detuvo a las 3 de la madrugada a un vasco al que incomunicaron y acusaron de un atentado que nunca ocurrió. A pesar de denunciar torturas y malos tratos le mandaron a prisión.
El delegado del gobierno de Madrid en las Vascongadas, un señor con aires de Virrey de la Ínsula de Barataria, dejó muy clara la posición del gobierno que le nombró a dedo para esa posición al proclamar que “cualquier reclamación que tenga que ver con la independencia está avocada al fracaso” dado que “choca con la indisoluble unidad de la nación española” por lo que el resultado de la cadena humana (y eventualmente los castells) solamente “van a crear frustración en sus participantes” (fin de la cita).
No está el ambiente en Madrid como para mirar al norte, preocupados como están en buscar una fórmula que evite a toda costa que alguien pueda llevar al ex-rey Juan Carlos de Borbón a prisión. Tratan desesperadamente de inmunizarle de la ley. Va a ser fácil contando como cuentan con la inestimable ayuda de los ex-socialistas, que pregonan su honda tradición republicana mientras le doblan el espinazo al hijo del monarca instaurado por el generalísimo. Conseguir que el vulgo apoye al nuevo rey, ya es otro cantar. Conseguir que la ola desatada con el triunfo de Podemos no se transforme en maremoto que arrase con todo lo caduco será todavía más difícil. Conseguir re-prestigiar a PPSOE después de todo este circo, eso sí va a ser imposible.
Pero vascos y catalanes, con sus particulares marchas verdes, van creando poco a poco las condiciones para que mientras España siga soñando con fútbol imperial, ellos se acerquen a la solución yugoeslava acordada en un café como lo hicieron checos y eslovacos.