La grandísima novela La banda de la tenaza (Editorial Berenice) fue escrita para nosotros. Hace 38 años. En el desierto a miles de kilómetros de donde nos hallamos. Sucediendo allí lo que sucede a nuestro alrededor.
Un personaje de esta novela le pregunta a otro:
» ¿Has pensado de dónde viene toda esa humareda que envuelve el valle de Rio Grande? El gran río canalizado, subsidiado, salinizado, goteando hacia los campos de algodón bajo los cielos de sulfuro de Nuevo Mexico. ¿Sabías que había un consorcio de empresas eléctricas que conspiran para abrir nuevas minas y construir más plantas de tratamiento de carbón en las cuatro esquinas de esa zona desde la que nos llega toda esa inmundicia? todo eso más tendidos eléctricos, carreteras, vías de ferrocaril, tuberías, todo eso en lo que una vez fue un desierto casi virgen y aún es el paisaje más espectacular de los malditos 48 estado vecinos. Sabías que otras compañías de energia y las mismas agencias gubernamentales están planenado otras cosas más grandes aún ? minas más grandes que las que devastaron Appalachia. ¿Has pensado en las armas nucleares, reactores, estroncios, plutonio? ¿Sabías que las compañías petrolíferas se están preparando para oradar inmensas áreas de Utah, Colorado para recuperar el petróleo como Esquisto? ¿Te das cuenta lo que las grandes compañías están haciendo en nuestros parques nacionales o lo que el cuerpo de ingenieros y la Oficina de Repuración están haciendo con nuestros rios? ¿Te das cuenta de lo que los promotores del suelo están haciendo con nuestros espacios abiertos?»
Edward Abbey describe una guerra que se libra desde hace generaciones y en todos los lugares posibles: el desarrollo con sus veleidades voraces y corrompidas frente a los lugares y sus gentes. Nuestros lugares, y nosotros en ellos, afrontamos dragados en las costas, recalificaciones en parajes protegidos, modificaciones de los planes de ordenación urbana, proyectos de fracking y todo un etcétera de similares aberraciones.
La eterna contemplación del ser humano de su entorno es capaz de sacar una asombrosa belleza a los paisajes más áridos del desierto. Que esta novela recoge con una magistral prosa poética.
«Las nubes pasaban, como frases y párrafos, como incompresibles mensajes en un idioma inquietante, a través de las crestas boscosas, por encima de los acantilados sin escala, más allá de los deshabitados campos de las mesetas, seguidas por sus fieles sombras que fluían sin esfuerzo, sin pararse en las grietas por las que cruzaban, las hendiduras, los pliegues, las peñas de la tierra de Utah».

Los personajes de Edward Abbey provienen de los más diversos puntos cardinales vitales. Un veterano de Vietnam, un mormón dedicado a la expediciones en naturaleza, y un incendiario cirujano y su mujer. Su común denominador es que son conscientes del lugar al que pertenecen. Y que es objeto de construcciones de presas y excavaciones mineras a gran escala. No se enredan en crear alternativas. Saben lo que mata el imponente desierto que aman: la cohorte de monstruosas excavadoras, grúas y volquetes. Y van a por ello. Acción directa.
El orden, que propicia todo el desorden que genera su agresión al paraje, califica de violencia o terror el sabotaje a sí mismo. Si el premio Nobel de la Paz, Obama, elige la guerra, si cree en el uso de la fuerza por razones humanitarias, ¿Como vamos a condenar la violencia de la banda de la tenaza contra el consorcio de empresas que conspiran para abrir nuevas minas y construir más plantas de tratamiento de carbón, o contra los promotores de suelo que destrozan los espacios abiertos, los barrios rurales o lo que se interponga en su camino? Ahí está la guerra desde hace generaciones. Tú, ¿qué dices?
Es indispensable una tenaza para abrir el depósito de una excavadora carterpillar. Sólo una tenaza. Decía Agustín García Calvo: «lo solo que nos toca (y ya es mucho, lector) es no llamarlo «Naturaleza» ni darle ningún nombre, y volvernos a atacar a lo que lo mata«. Los protagonistas de La Banda tienen que parar del todo el avance de la tecnocracia, el crecimiento del crecimiento que para ellos es la expansión de la idelogía de las céulas cancerógenas: agentes de desarrollo, banqueros, constructores…
«Las doctrinas se crean con la práctica».
«Petróleo: putrefacciones antediluvianas son el petróleo de nuestros jardines energéticos. La conspiración de las realidades para arrebatar vida a este mundo».
«Realidad: invento de la clase dominante».
«Como ellos tienen las leyes, nosotros cometemos los delitos de forma correcta».
El verdadero protagonista de esta vital novela es el desierto. Lejos del estereotipo, Abbey retrata la vida tan anegada de variedad que jamás pudiera imaginarse en las tierras del Cañón del Colorado.
Abbey no ha sido integrado por la crítica en la contracultura norteamericana. Lo está por cuanto su mirada excluye la mediación del dinero como medidor de la convivencia de la persona con el lugar del que vive. Y no es casualidad que Robert Crumb, el ilustrador underground catalogado como tal, sea el ilustrador de las viñetas incluídas en La Banda De La Tenaza. Si en su novela se refleja la lucha del Moloch del desarrollo frente al hombre, también hay, sobre todo, una reflexión, en múltiples debates de sus protagonistas, acerca de hasta dónde aplicar la violencia. Obedece poco, resiste mucho, es el legado que Abbey recoge de Walt Whitman. Se trata de eso. Obedecer poco, resistir mucho. Y su legado de generación a generación.
«Nosotros estamos llamados a hacer cosas más grandes».