Presentando su muerte, quienes nada le concedieron sino ostracismo, le han hecho aparecer. Agustín García Calvo falleció la víspera del 1 de noviembre. De esto albergamos dudas, como casi de todo. Porque ¿Puede morir un hombre que jamás tuvo futuro? ¿Alguién cuya obra tampoco tiene pasado? Los miércoles en el Ateneo de Madrid va a faltar su voz redonda. «Rebelarse contra el Orden requiere no emplear las armas del enemigo». O rebelarse contra el todo. García Calvo exploró en el lenguaje o el lenguaje lo exploró a él. Sus expediciones a contrarumbo en el trenzado mundo de la filología hicieron de sus traducciones, ensayos una Ítaca no reconocida en la cartografía bienpensante y académica.
Comunero de Zamora, desterrado de su cátedra en 1965 por el franquismo, después por el tardo franquismo, más tarde por el progre franquismo de pana y en los últimos años por el lumpen post franco-democraquismo.
García Calvo sorprendió a los miles de acampados en la Puerta de Sol en 2011 al exhortarles a no proponer, a no ceñirse al lomo del Orden que permite la réplica si ésta va reglamentada en peticiones conquetradas y permisibles, pues legitiman como sujeto al se ruega y pide . Y no terminó ahí. Alertó a los jóvenes y no tan jóvenes a no caer en la trampa «del futuro» – juventud con futuro, un futuro mejor, librar el futuro – y en consecuencia huir del optimismo y el pesimismo, que son los asideros del futuro. «Los estudiantes, a los que se quería condenar a ser hombres futuros en su rebelión no conocen futuro ninguno».
La esperanza. De la lucha. O es otra cosa, o no es, sino la vivencia misma que ya adenlantara Machado: no hay camino, sino andar. Ahí es donde el poder somete cualquier rebeldía: en el camino. «La rebelión estudiantil carece de futuro. Eso del Futuro es cosa de Ellos (del Estado y del Capital, que sólo del Futuro viven, en le crédito de la Banca, en los Presupuestos estatales y en las fantasías de la ficción científica) (1)
«Y para terminar, cosa que no es posible: no aburrirse, no aburrirse, porque este, como muchos de vosotros saben conmigo, es el peligro mortal, está desde luego contenido en todos los cuatro que antes he expuesto, porque efectivamente cuando alguno, esta vez bien intencionado de entre vosotros, os ha empezado a soltar rollos acerca de planes, de blancos, de consecuciones que hay que alcanzar, inmediatamente habréis notado cómo os aburría. En cuanto se habla de futuro se aburre uno. Eso lo sabe el poder que, al mismo tiempo que os aburre todo lo que puede, al mismo tiempo está gastando mucho en divertiros, porque de esa manera el aburrimiento no se cura pero queda oculto por la diversión, y al mismo tiempo el Capital hace un negocio pingüe con la diversión. No tengo por qué contároslo. De manera que hay que actuar, hay que hablar de maneras que cumplan esta condición: no decir lo que ya está dicho porque eso es aburrir y aburrirse uno: no aburrir».
Para acercarse a las sombras de García Calvo, porque ni Agustín ni García Calvo existen – es preciso acceder a su editorial, Lucina. «La realidad es una cosa que está hecha de ideales, impuestos desde arriba y eso opera sobre lo que hay de verdad. La realidad no es todo lo que hay. Eso que llaman el hombre no es una cosa más entre las cosas cualesquiera. Uno como persona, como hombre está al servicio, de la realidad del ideal impuesto desde arriba, del poder; y que si algo puede hacer es porque siempre le falta de ese cumplimiento, no está uno del todo bien hecho; la gente obedece siempre pero siempre mal, no como el ideal quisiera, marcando todos el paso».
Encasillado una veces como ácrata, olvidado las demás, García Calvo, que no es ni esa cosa sino siquiera el alrededor de todo lo demás; revive ahora que muere, porque Agustín y García Calvo siempre estuvieron muriendo. En vez de epitafios y otras zafiedades, valga esta entrevista en el espacio Carne Cruda de Radio-3, también fallecido por orden del Orden (2).
(1) Agustín García Calvo, De los modos de integración del pronunciamiento estudiantil. 1972. reedición de 1987.
(2) revivido por la cadena ser, grupo Prisa, que dá qué pensar del cómo está está lo que está