La corrupción no tiene fronteras, ni siquiera las de un pequeño país llamado Euskadi, Euskalherria o Vasconia, o como se quiera decir. Sin embargo, la percepción de la ciudadanía es otra. Aquí estamos mejor hasta en eso. Mejor que el resto del Estado en población activa, en industria (hemos sido listos en no basar nuestro PIB en la construcción), somos «laboriosos», «responsables», «serios» y cuantos epítetos se quieran añadir a nuestros ejercicios ocupacionales. De esta manera, llegamos al compendio de todas las virtudes: en Euskadi no hay corrupción. Eso es planta de otro tallo, flor hedionda que no nos carcteriza. Pero, mira por dónde, también Euskadi es el predio de tal vicio y abuso.
Este libro comienza diciendo que la Comisión Mixta Congreso-Senado debatía en Marzo de 2013 un proyecto del Tribunal de Cuentas adaptado a las formaciones políticas. Intención que pretendía la fiscalización del cónyuge, ascendientes, descendientes y hermanos o personas con análoga relación de afectividad con los dirigentes de partidos políticos. El portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, consideraba inútil el debate sobre la regulación legal de las donaciones anónimas a los partidos, sentenciando que «si se van a suprimir las donaciones de las empresas, automaticamente habrá que aumentar en el presupuesto público las subvenciones a los partidos«. En la lista de los partidos con más donaciones anónimas, el PNV tiene en su pecho la medalla de bronce. Así comienza en el rosario político los misterios gozosos que han glorificado la ganancia, el beneficio y el lucro. De esta manera comienza la visita a ese lugar reservado, íntimo, el sancta santorum, el tabernáculo donde se oculta tras un velo el Arca.
Todo libro de denuncia e investigación es una fuerte inversión en ética. Este libro lo es porque aparecen los escádalos de las tragaperras, Bakio Dor, caso De Miguel, Caso Bravo o la trama vasca del caso Malaya. Corrupción resultante de las decisiones de las personas en interacción con su medio ambiente. Personas consideradas como una casta de profesionales de la política que no han conocido en su vida otra cosa que una poltrona. Unos delinquen y otros no. Y aquí entra la denominación de JOBUBI (Jóvenes Burukides Bizkainos), que es el término acuñado por varios medios de comunicación para referirse a la nueva generación de dirigentes del PNV que tienen empresas adjudicatarias con ayuntamientos e instituciones del Gobierno Vasco. Estamos hablando de presuntos tratos de favor a empresas ligadas al Partido Nacionalista.
Hay una teoría criminológica que apunta a que el delito conocido representa una parte muy pequeña del delito existente. Todo el trabajo de Ahoztar Zelaieta pudiera ser la punta del iceberg de un entramado clientelar de familias del PNV. Para ello rastrea los despropósitos que se estilan en las orillas del poder.