Estoy mirando un cuadro cubista. Tengo una sensación bizarra, casi abyecta. Los clores y las formas se superponen, luchan entre sí, y las formas ublícuas parecen querer dar paso a una realidad oculta convexa y al mismo tiempo deprimente. El cuadro es Donald Trump cayéndose por las escaleras del poder. Lo bizarro del cuadro es que el propio poder, un haz entremezclado de oscuras figuras – FBI, funcionarios, halcones belicistas, jueces, maccarthistas, bienpensantes liberales – quien tira a Trump por esas escaleras, como en la confabulación de todos los Brutos contra César. Este martes el abogado de Trump Michael Cohen reconocía pagos antes y durante la campaña con el objeto de silenciar testimonios perjudiciales para Donald Trump. Añadía a su propio pliego de cargos haber malversado caudales para la campaña. Cohen es la hoja afilada de la guillotina que el sistema ha puesto para llevar a cabo la próxima revolución norteamericana. Toqueville lo vio hace dos siglos: nada va a cambiar; el sistema va a sobrevivir.
La portada de la revista liberal New Yorker del 30 julio resume el cuadro que llevo viendo desde hace meses, el starway to hell. Se escribirán, se están escribiendo, decenas de libros de asesores despechados o despachados. Los editorialistas y los mainstream media llenan periódicos, blogs de un contenido barato que no necesita apenas elaboración. Las tribulaciones de Donald I en tiempo real esconden los motivos del por qué Trump I ha llegado a donde ha llegado.
¿Es Donald Trump el presidente más metiroso de la historia de los Estados Unidos? Es más que difícil llegar a esa conclusión por más que los medios liberales se empeñen en los últimos tiempos. El iconoclasta Jack Anderson fue de los periodistas que ya no quedan. Un sabueso que levantó numerosos escándalos en cuatro décadas, especialmente bajo la tenebrosa presidencia de Richard Nixon. Sus memorias o legado de periodismo están reflejados en dos imprescindibles libros Peace, War and Politics: An Eyewitness Account y The Anderson Papers: From the Files of America’s Most Famous Investigative Reporter. Trump quearía, según el relato de Anderson, en los últimos puestos de truhanes por la democracia. Muy por delante de él estarían Truman, Johnson, no menos Kennedy, Nixon y Reagan. Y tendríamos que poner a los dos Bush y a Clinton también muy por delante de Trump.
De momento el show continúa. La batalla se sigue librando en el seno del sistema, no en sus afueras. El juez Mueller que investuga las interferencias rusas en la campaña no va a procesar a Trump. Con el testimonio de Cohen hay bastante. Solo el Congreso y el Senado pueden destituir a un presidente. De momento los republicanos controlan las dos cámaras. En noviembre hay elecciones al Congreso. Quien sabe si los demócratas puedan volcar la relación de fuerzas entonces.
Pero, ¿alguien sabe lo que piensa la Norteamérica que votó a Trump?