Mario K.S. hace de monseñor de villorrio creyéndose apóstol. Enjuga el gesto, exultante. Oficia de cuñado, y los comensales se convierten solo a sus ojos cándidos en rebaño grácil. Que si, cómo iba a ser de otra manera – por favor, la dialéctica del destino en lo racial – es que ya sabéis que somos así. De comer, de pensar así. De siempre, apostilla. De siempre. Ese siempre es un punto final. Qué haz temporal tan magnífico. Y los comensales se quedan con la boca cerrada, rebañando, pero no esas gárgaras esenciales del apóstol sino el plato.
El mundo, desde que es mundo está así, prosigue ahora astropólogo, y ni a unos los cura nada, porque son como son. Claro, coordina copulativo – lo único – es que nosotros también «somos así», afortunadamente. Así que cada uno según su lugar. Qué se le va hacer, este jamón me recuerda a uno que una vez probé. El paté aunque a esa temperatura se quiere dejar de comer, ¿no creéis?
Esta carne ya no es la de antes, ya lo sé yo, cuando la compraba mi madre. Qué vergüenza lo que pasa en la televisión. Por cierto, os he traído una bandejita de patés de Mercadona que subiréis a los cielos, ya me diréis; pásame querida, ese salmón que dijiste compraste en el mercado. ¿De verdad te mereció la pena?, sí, sí, dame dos más. Y los jibiones frescos, ah, ah, ah, ahja, ahja, ahja, si yo sabré cómo eran los jibiones de los de antes. Me pasas, cariño, tres, de los grandes, no hurañes, así, así, aunque no sean lo mismos de antes, qué se le va hacer. ¿Ya os he dicho que me han dado en la empresa una cesta inmensa? Ya era hora. Por eso me cambié de empresa el año pasado. Me dije, de este año no pasa. Ya estaba bien. Cuando una empresa no valora el valor añadido que le aporta cada uno, es mejor cambiar; no se puede permitir.
Y aquí la esposa del apóstol sube al altar una vez que su boca le permite sustantivar. Yo es que, cariño, te lo decía a menudo. No te valoran, no te valoran. Y él: que yo ya sabía que no me valoraban. Y ella: pero yo te lo decía. Y él: pero yo ya lo sabía mucho antes que tú, ¿me pasas tres jibiones más, cariño? Y hablando del gobierno, ¡nos van a llevar a la ruina! Si dependiese de mi, de mi no iban a reírse. Y ella: claro, cariño les sacarías el dedo como lo has hecho a la anterior empresa. Y él: eso ya lo sé, cariño, y todos los aquí presentes. ¿Me pasas un jibión más? Por cierto, ¿habéis probado los jibiones congelados de Mercadona?; fetém de fetem, ya me entendéis. ¿dices que estos los cogiste en el Mercado antes de ayer a las ocho de la mañana, de verdad?
¡Y cómo están los libros! ¿os podréis creer que quieren en la escuela par los niños que compremos tres libros que son casi 60 euros? ¡Esto es una dictadura del dinero y de los de arriba, claro está! Y ella: a nosotros no nos las dan con queso, ¿Cuánto nos va a costar la cultura?. Y él: todo esto viene de fuera, porque nosotros siempre nos hemos arreglado a nuestra manera, pero ahora todo hay que hacerlo a la manera de ellos. Nos vamos a ir a la mierda. ¿El turrón dices que es artesano de al lado del mercado? puedes darme un poco más, pues claro. No seas tacaño.