Será porque el ayuntamiento ha cambiado de empresa dedicada a la limpieza de las calles y a la recogida de los contenedores del reciclaje. Será porque delante de mis ventanas hay siete contenedores para este fin. Será porque varios días pasa el camión de mangueo de las calles con agua potable. Será porque si algo caracteriza a los humanos es porque allí donde están hay mierda (llámese marranería, guarrería, desechos, residuos, desperdicios, sobras y vertidos) y a ciertas horas y días, las terrazas de los bares son lugares de inmundicia socializada. Será porque para limpiar mi mirada, antes tengo que ensuciarla con palabras definitorias que eufemísticamente puedo llamarlas “Disertación sobre la sobrevenida humanidad”. Será por esto por lo que he prestado suma atención a un artículo del periódico mensual Le monde diplomatique en español de noviembre. Esto es un extracto.
Al principio de la década de 1960, especialistas en plásticos predijeron que los fulgurantes avances en la fabricación de polímeros permitirían que los plásticos subirían al podio de los materiales dominantes. Sesenta años después, 350 millones de toneladas de residuos plásticos se arrojan anualmente en el mundo. Las empresas petroquímicas (el plástico es nafta, etileno y poliestireno, que haciendo una mezcla líquida de hidrocarburos se obtiene por destilación del petróleo) abogan por el reciclaje. Celebrado como más respetuoso con la naturaleza que la incineración, el reciclaje ha acabado por imponerse. ¿El resultado?, tras cuatro décadas de propaganda, solo se recicla el 10%. ¿Adónde va el resto? Brandy Deason es una vecina de Houston que colocó un dispositivo de rastreo en los residuos plásticos que depositó en el contenedor de reciclaje. Los geolocalizó en un vertedero gigante a cielo abierto. En Alemania la planta de Veolia, reciclaba anualmente entorno a 36.000 toneladas de poliestireno usado, pero cerró sus puertas. En China, EE.UU y Arabia Saudí se ha anunciado la creación de nuevas plantas de fabricación de etileno. Pero si el reciclaje es una gran estafa es porque nunca ha sido viable ni técnica ni económicamente. Las industrias lo saben desde hace mucho, pero juegan con notable éxito con la naturaleza corruptible de las autoridades y la credulidad del público. Los plásticos se degradan al ser reutilizados, por lo que solo pueden emplearse una vez más, dos a lo sumo, de lo contrario se alteran sus propiedades y es posible que aumente su toxicidad. Agencias de publicidad de Productos de Plásticos, graban en las conciencias la “responsabilidad individual” del consumidor, mientras loan las virtudes del “reciclaje avanzado”, que es la incineración o degradación química, más contaminante que el método clásico. Las empresas petroquímicas han ganado su batalla: en 2021, EE.UU solo recicló el 5 o 6% de sus residuos plásticos.
Oigo al gran camión subir, con su grúa y abrazaderas de cierre sobre las campanas coloridas de los contenedores y verter su contenido o directamente llevárselos. Mi doble ventanal atempera mucho el ruido, pero este se agita en algún lugar de mi mente como una presencia, una emanación. Me pongo el casco antiruidos “Peltor” apropiado para los aeropuertos. Así miro al Gran Vertedor de altas y gruesas ruedas de caucho, y me siento como un arqueólogo que haya fragmentos de utensilios y desechos prehistóricos, como describe Don Delillo en la novela “Ruido de fondo”.