Luis Navajas es un hombre de peldaños. Nunca ha dado un paso en falso. Ha ascendido por la intrincada escalera judicial a veces sin dar los pasos que se le requerían. La valentía, o el heroísmo, si se prefiere, de enfrentarse a comandantes implicados en la más abyecta delincuencia, no fueron su fuerte. Sometido a una especie de elección dubitativa de rey Lear, el entonces fiscal Navajas no se atrevió a sentar en el banquillo al temido y temerario teniente coronel Enrique Rodríguez Galindo, ejecutor de la guerra sucia y la tortura en el País vasco durante décadas. Tenía un preciso informe que relataba sus tropelías. Prefirió guardarlo en su cajón. Hoy Luis Navajas es el hombre fuerte del gobierno al frente de la justicia.
El obituario de José Manuel Maza, hasta hace unas horas fiscal jefe de España, ha dejado al gobierno de Mariano Rajoy en un sobresalto. Son las horas más oscuras en la capital. Los días amanecen ocres, a pesar de que los balcones de las céntricas calles de Madrid blandan banderas españolas en apoyo al gobierno. En la capital se eleva al aire una atmósfera a partes iguales de miedo y exaltación. La crisis catalana está poniendo en jaque a España, convertida en un tablero de ajedrez con piezas maltrechas. Maza hizo en los últimos meses gala de su apellido. Maza saltó a las portadas y titulares cuando eligió a un fiscal anticorrupción que era bien visto por imputados del Partido Popular por corrupción. Después, José Manuel Maza se convertiría en un Torquemada en tierras levantiscas, tras la declaración de la república catalana. Y en pleno servicio al estado y a la corona, y sobre todo al agobiado gobierno, José Manuel Maza, murió repentinamente.
Su sustituto es un fiscal muy conocido en los mentideros políticos de la capital del reino. Pero sobre todo en el País Vasco. Luis Navajas era hasta hace muy pocas horas teniente fiscal del Tribunal Supremo. Los periódicos y digitales repiten una leyenda de cielos claros sobre su persona que sin embargo esconde lejanas nubes grises. Luis Navajas es considerado “impulsor” en 1989 de un informe elaborado por él sobre las andanzas delictivas de destacados miembros de la Guardia Civil destinados en el cuartel de Intxaurrondo con el todopoderoso teniente al frente Enrique Rodríguez Galindo. Era fiscal jefe de la audiencia de la Audiencia de San Sebastián.
En 1948 Luis Navajas nació en una Granada que vivía el noveno año de la victoria del dictador Franco. Y en pleno sorpaso de una dictadura hacia una democracia con apariencia en sus cuadros de tal, Luis Navajas, con 28 años cumplidos, se incorporaba la carrera fiscal. Solo once años más tarde, en 1987, será nombrado fiscal jefe de la Audiencia de San Sebastián. Por Luis Navajas puede verse el rostro primero alegre y ahora cansado de la justicia de la democracia.
Luis Navajas contó en San Sebastián con numerosas fuentes que le suministraban, probablemente a su muy pesar, información. Era información sobre el tenebroso triángulo que constituía la lucha contra el terrorismo: guardias civiles, policías, confidentes, empresarios de toda ralea. Una urdimbre semejante se había constituído en Bilbao, con el subcomisario José amedo y el oscuro director de seguridad Julián Sancristobal al frente. Protegidos más allá de los límites de la propia legalidad, se dibujó un mapa inmenso en relieve de la prostitución, el tráfico y desembarco tolerado de drogas en las costas guipuzcoanas. Era una confederación negra regulada por los intocables guardia civiles, policías que combatían de día al terrorismo. Al frente de esta confederación, con sus 4% y su omertá, se situaban en San Sebastián los todopoderosos altos mandos del cuartel de Itxaurrondo. A su frente estaba el teniente coronel Enrique Rodríguez Galindo.
Una de las fuentes que más información suministró al fiscal Navajas sobre las actividades delictivas de empresarios, confidentes y guardias civiles fue el diario Egin, denostado por los poderes por ser la voz de expresión del independentismo radical. Su recién creado equipo de investigación liderado por el periodista Pepe Rei pronto reunió los testimonios clave que permitirían ver el inmenso mundo del hampa y el crimen ubicado como si fuera un suburbio imaginario en torno al cuartel de Intxaurrondo.
El fiscal Navajas solo tuvo que unir todos los cabos. El informe sobre Intxaurrondo que llevaría su nombre apenas era suyo. Y no es menos cierto que Luis Navajas no tuvo nadie que le escribiera. Nadie que estuviera dispuesto a sacrificar a un teniente coronel, ariete esencial en la lucha contra la organización ETA. Y al fiscal Navajas el tiempo y la soledad se le convirtieron en tempestad. Y las presiones de diarios locales y nacionales, y la de un gobierno aún férreo, hicieron mella en su determinación. El informe llamado Navajas durmió el sueño de los justos en el cajón del propio fiscal. Mientras seguía el decrépito correr de los acontecimientos.
No va más
Impulsado por las críticas, Luis Navajas elevó su informe a su superior, el fiscal jefe del Estado, cargo que hoy ocupa él. El entonces fiscal general Leopoldo Torres fue aún más pusilánime que Navajas. Cortó el tiempo como amasándolo, eliminando el poco aire que pudiera haber en su masa. Luego lo descalificó. La instrucción del informe quedó anulada. Esta torpe acción atrajo la atención de la prensa de Madrid, hasta entonces poco interesada en las oscuridades del contraterrorismo en Euskadi. La gangrena acabó por estallar. En el ocaso del gobierno de Felipe González, hasta el PP acusaba a los altos cargos del cuartel de beneficiarse del crimen organizado. Las sentencias por los asesinatos de los refugiados Lasa y Zabala que recaen sobre Enrique Rodríguez Galindo y varios subalternos son el fin del reinado negro.
En 2003 Luis Navajas abandonó el País Vasco. Fue nombrado fiscal de Sala del Tribunal Supremo. Ha sido un hombre fiel a la doctrina del tiempo que ha marcado la jerarquía. Siempre hizo lo mismo. Leyendo los despachos de agencias, leo: intervino, en 2012, en una causa contra el ex juez Baltasar Garzón por declararse competente para investigar los crímenes del franquismo, pidió su sobreseimiento; con el fiscal Maza ha ido de la mano en las actuaciones contra el desafío soberanista en Catalunya y en las querellas contra el presidente catalán Carles Puigdemont y el resto del Govern por delitos de rebelión, sedición y malversación; también contra la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, y los miembros de la Mesa que tramitaron la histórica declaración de independencia.
Navajas advertía que apoyaba «con serenidad, pero con firmeza», «todas aquellas medidas y resoluciones» para revertir el «agravio al Estado de derecho y a la ley» que suponían las acciones de la Generalitat.
El gobierno respira aliviado a esta hora con Luis Navajas.