Están los tiempos en los que las leyes del mercado son los mandamientos de otra religión. Incontrovertibles, incontrastables, parece que no se pueden impugnar con argumentos razonables y sólidos. Si competimos y contendemos entre sí, si rebajamos nuestras condiciones de trabajo, si todo esto adquiere carta de naturaleza en la misma medida en que el gran capital recupera y aumenta sus beneficios, entonces nos valoramos preguntándonos si un “observador” supuestamente imparcial hace que las cifras macro estadísticas confirmen los preceptos bajados de algún nuevo monte Sinaí.
El individuo fragmentado, micro atomizado en su trabajo supone que los intereses particulares de cada uno por mejorar su situación conducen, de acuerdo con un principio de ordenación que actúa en la naturaleza, al bien común si se deja actuar libremente a estas fuerzas. Por tanto, rechacemos las medidas reguladoras en la economía.
“el individuo guiado por una mano invisible…”, decía Adam Smith.
Otra es la mano invisible que quiero comentar en estas páginas. La mano invisible, novela que Isaac Rosa publicó en 2011, en plena crisis, y que pone al día el estreno en salas comerciales, como película en 2017 el director David Macián.
“La película se terminó de rodar en 2014, con grandes problemas de distribución que no se resolvieron hasta tres años más tarde. El modo de financiación se hizo a través de pequeños micro créditos en régimen de cooperativa entre actores, figurantes y técnicos”. Nos cuenta entre otras cosas Bruto Pomeroy, actor que hace el papel de camarero.
El 28 de abril, día del estreno en salas, de un año en el que algo ha cambiado para que no cambie nada, es bueno para resaltar esta teoría social desreguladora que comenzó en la década de 1970, desmontando el sistema de posguerra Breton Woods de control de capitales y regulación de divisas, que es ya la parte interior del sistema en la forma específica que el estado y la sociedad hemos asumido.
Pero lo que rehúye ser visto, la mano invisible, tiene un nombre: conglomerados multinacionales. Emporios comerciales. Gestoras de fondos de pensiones. Entidades de crédito o aseguradoras. Rizomas, tubérculos y bulbos que conforman la última fase de concentración del desarrollo capitalista. Selecto club opaco que toma las decisiones.
– Solo los fondos de inversiones de pensiones administraron en 2015 un patrimonio de 58,4 billones de euros en todo el mundo –
Mas bajemos de las alturas de los análisis de los hechos económicos, de la consideración de la economía política a la categoría de ciencia, y cortémosle las barbas en la bacina de las historias humanas, que son el mejor el vehículo para articular mensajes políticos.
“No es la benevolencia del carnicero de lo que esperamos nuestra comida, sino de la consideración de su propio interés”
Investigaciones sobre la Naturaleza y causa de la riqueza de las Naciones. Adam Smith.
Tampoco del albañil, ni de la operaria de cadena, del mozo de almacén, de la tele operadora, limpiadora, mecánico, costurera, camarero, administrativa, ni del informático y vigilante. Contratados por alguien cuya finalidad se pierde en el misterio. No con sus nombres, sino con sus roles, los sujetos y su trabajo son observados por un público que se esconde detrás de unos grandes reflectores en una gran nave abandonada de un polígono industrial. Los sujetos están fuera del proceso de una realización normalizada en un centro de trabajo, tienen su horario, sueldo, contrato, etc., pero cada vez más la sensación que se va afianzando en sus pensamientos de que su trabajo es un espectáculo convertido a esta naturaleza por ese poder sin cara que controla lo mediático y el ocio. .
La transición del trabajo al dominio del espectáculo. Los periodistas y tertulianos que durante semanas teorizan, especulan, se escandalizan o celebran, les confirma que lo suyo se ha convertido en un fenómeno social. Les ve mucha gente en la tele y en directo. Sentados en las gradas de la nave industrial hay espectadores que hacen de jueces con sus comentarios – un profesor con su grupo de estudiantes les dice: “esto es lo que os espera si no seguís estudiando” -.
Pero ¿es así o están equivocados estos trabajadores que representan el absurdo de una tarea sin un fin determinado de consumo? ¿Es así o son especulaciones creadas por este arcano productivo que se desmorona en sí mismo? ¿Quién es el impulsor de este experimento, espectáculo, teatro, circo? ¿O acaso es una broma? ¿Por qué no un zoológico?
Todos han venido de unas condiciones de trabajo peores, de más productividad por lo que al principio, a pesar de la rareza de la oferta o por eso mismo, la aceptan. Así vistos, cada uno en su espacio, ocupados en su actividad repetitiva e interminable, parecen sísifos con expresiones aburridas, inofensivos, como animales salvajes sometidos a la rutina y el encierro del zoológico.
Todos, con sus pensamientos y reflexiones, tienen su parte amplia en la novela, donde cada uno se podría decir que comparte el estereotipo de su función, sin que sus reflexiones sean una suma de tópicos. En la película, David Macián tiene que cerrar con llave tan prolijos pensamiento, tantas dudas potenciales, tantas sospechas, malicias y recelos y dejarnos con la cuarta parte en la síntesis y las sugerencias. Subsunción que logra en los primeros planos de los protagonistas en las entrevistas individuales de selección y en la atmósfera creada que nos lleva a incluir una clasificación más abarcadora de casos particulares sometidos a un principio o norma general.
“Nos desdoblamos, así en dos personas: en el yo espectador y juez, que es distinto de aquel otro de cuya conducta intenta formarse un juicio imparcial a base de la conducta media social”.
La Teoría de los sentimientos morales. Adam Smith.
Estamos ante el teorizador más notable de la escuela liberal. El primero en hacer una ciencia de la economía distinta de la moral, que según él, no suponía antítesis entre ambas.
La novela y la película nos sitúan ante el espejo que refleja la realidad traída por estas aseveraciones.