
La ministra de defensa tiene el timbre de voz de inusual esdrújulo. Es decir: del cuádrese, sométase, que también son esdrújulos jerárquicos. También el cállese o el líbrese de … cuestionar. Su verbo es el imperativo, que es el natural del Estado. Es un imperativo lanzado a plomo. En la cálida noche del 7 de junio, la ministra sometió al locutor de la Cadena Ser a un maravilloso duermevela de instrucción militar. El locutor acabó presentando armas y promesa de jurar bandera. La realidad de la nación era a esa hora aún más esdrújula, las 23 horas con 15 minutos aproximadamente. Sin que nadie lo detectase, el país asistía entre prematuras bostezos a un democrático giro de estado esdrújulo. Los opositores al gobierno y los extra opositores también esdrujuleaban no solo a esa hora sino de tiempo atrás. Habían sido, algunos de ellos, espiados por funcionarios al servicio y bajo mando de la ministra. Algunos de esos fieles del Estado habían elaborado falsas pruebas de delitos con la intención de atribuírselas a algunos de los adversarios espiados. Pero a las 23 con 15 de la cálida noche del 7 de junio, ningún opositor pretendía oponerse ni a la ministra ni al presidente del gobierno. Son los esdrújulos cántaros de silencio con sabor a pastel de manzana pasada – ¿se acuerdan de cuando la manzana se cocía en las calles de Catalunya o de cuando rodeaba el Congreso de los diputados? –.
El silencio de los opositores, los espiados y los que no, además de los que serán espiados en el futuro, tiene una naturaleza esquiva. Se parece al ánimo de los ancianos dando de comer a las palomas en los parques. Es como si a la democracia le invadiera un aséptico aroma de geriátrico. Es como si el presidente de una comunidad abriera el buzón de los vecinos y se quedara con el correo, y a estos les diera un ataque no solo de comprensión sino de sincero y refrendado apoyo. La noticia, en este caso lo poco que se sabe del espionaje, es en realidad una transfiguración onírica. Ya no está en los oídos de quienes espiaron y quienes ordenaron hacerlo, sino en quienes fueron espiados y ahora callan con toda su intención política. Étienne de la Boétie lo dejó muy clarito en su Discurso de la servidumbre voluntaria. Salvo que el intencionado silencio de los opositores espiados tiene una oculta razón: ellos son también personas de Estado, signifique esto todo lo peligroso que puede llegar a significar. Son incluso al Estado más fieles que la ministra de Defensa, cuyas cuerdas vocales son un regimiento esdrújulo de trompetas llamando a desfile en el patio de armas que es el país a las 23 horas con 15 minutos de todos los días del año.