
Esta es la historia de una rotonda fallida, errónea, ilegal. Esta rotonda es a la vez mímesis de un personaje y una trama. El personaje es el ayuntamiento vizcaíno de Getxo. Y la trama, un sinfín de negligencias, soberbia tasquera y baja alcurnia institucional.
La hora en la que las arquitectas municipales diseñaron la rotonda posteriormente declarada ilegal, es el tiempo de la codicia que se respira desde hace decenios en Getxo. También la contumacia. La del arbitrio de un ayuntamiento que viola su propia ley municipal. Sobre ello, como la calavera en las manos de Hamlet, sobrevuela el dinero. Y aún algo peor, el dolo maniqueo más propio de los Ricardos III en las torretas del ayuntamiento.
El lugar es el alto de Azkorri, enclave rural y frondoso bajo cuya explanada se sitúa la playa del mismo nombre. Hasta ahí llega el autobús que viene de Bilbao. Es la línea 3411 Getxo-Bilbao. Este lugar es el preámbulo de un bosque protegido que desde hace años el ayuntamiento planeaba convertir en chalets de lujo. Quédense con este dato. Es la intrahistoria de esta historia de la rotonda. El ayuntamiento y los partícipes concejales y arquitectas llevan años diseñando un plan urbano para reconvertir en urbanos los pocos terrenos rurales y agrarios que quedan en el municipio de Getxo. La gabardina de tal proyecto es el levantamiento de miles de viviendas para los jóvenes; la ropa interior e íntima de tal proyecto es una plusvalía de 5.000 viviendas a una media de 200.000 euros cada una. ¿Han hecho el cálculo? Balzac decía que tras una gran fortuna ronroneaba siempre el crimen.
Esos terrenos que las arquitectas, concejales y demás quieren catalogar como urbanos, tienen desde hace años dueños que sabían iban a ser descatalogados como rurales a urbanos. Son Florentino Pérez, Viviendas de Vizcaya, Soto de Azkorri – atentos a esta – y otras madeimoselle de la depredación constructora.
Están entrando en la Marbella vizcaína. En el Far West de Uribe Kosta, la comarca a la derecha del gran Bilbao. En la Sicilia deleitosa de la Bahía de Bizkaía, como espartano y equívoco empeño llama la alcaldesa de Getxo al Golfo de Bizkaia.
Volvamos a la rotonda. Sus diseñadoras tienen un dilema, un heideggeriano de rosa sin por qué. Hacer una rotonda conforme al propio plan urbano municipal o saltárselo para no tener que comer un poco de terreno a una propiedad en teoría del Estado, un abandonado edificio de la Telefónica. La solución es invadir terreno protegido como bosque para hacer la rotonda. Ya tenemos la tropelía. Y ahora vamos a ver el por qué.
El motivo de levantar la rotonda también tiene al ayuntamiento como causa. Desde hace años el autobús que venía de Bilbao daba la vuelta para iniciar el viaje de vuelta en el alto donde antes había prados y las sendas que se adentraban en el bosque. Este prado ya no existe. Aunque su propietario siga siendo el mismo: la constructora Soto de Azkorri – ¿se acuerdan? – . En su lugar, el ayuntamiento concedió un discutible permiso de uso de suelo para que se levantara una cervecera. Así que los coches aparcados sin permiso y los contenedores puestos por el ayuntamiento impiden ahora maniobrar al autobús para dar la vuelta. Por eso, a grandes males, mejores y más brillantes soluciones. El ayuntamiento de Getxo decidió levantar más abajo una rotonda que permitiera al autobús maniobrar con seguridad.
Vista la ilegalidad de la rotonda, una asociación vecinal de nombre Azkorri Bizirik decide hacer dos cosas. La primera, alertar al ayuntamiento de la ilegalidad que él mismo está llevando a cabo en el momento en que está levantando la rotonda. La segunda, ante el arrobismo siciliano del consistorio, presentar en el Juzgado de lo Contencioso administrativo una demanda. No es gratis esta denuncia. Por mucha justicia, esta asociación ha puesto, para que se acabe cumpliendo la simple ley, 8.000 euros de su bolsillo entre abogados y procuradores. Ningún partido de la oposición vio o interpuso por su parte acción alguna. Sus razones tendrían. Que las tenían.
La población de Getxo no puede sospechar en este momento de la historia lo que le va a costar este desaguisado. Lo que tenía que suceder, sucedió. Un juez en primera instancia y otro en segunda sentenciaron que la rotonda contravenía el propio plan urbano que el ayuntamiento está obligado a cumplir.
El varapalo escoció lo que no está en los escritos. Y destapó la alta responsabilidad institucional de funcionarios remendones y políticos soeces. Una arquitecta municipal – sin plaza, pero con galones – aseguró en una Comisión municipal celebrada el 18 de julio de 2024 que los jueces sentencian “para el culo”. Las risas cacofónicas de los concejales del equipo de gobierno hicieron de coro grotesco.
Esto no fue óbice para que el ayuntamiento se viera impelido a cumplir la sentencia emitida por el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco en noviembre de 2023. Un año y ocho meses después, el ayuntamiento seguía sin la más mínima intención de cumplir la sentencia.
Los aprendices municipales de Goebbels, los dedicados a cacarear el reverso de la post verdad, han encontrado un pervertido titular: el juez y los vecinos denunciantes pueden ser los causantes de que la línea de autobús deje de existir. Al mismo tiempo, el ayuntamiento se ha aplicado a ensanchar la rotonda por el lado donde debiera haberla ejecutado desde el principio. Lo ha hecho hace unos días, bajo la amenaza por la Audiencia de incurrir en desacato, y, por tanto, en responsabilidad penal. Raudos las arquitectas y sus superiores reelaboraron planos para la reforma de la rotonda. La estulticia le va a costar a los súbditos de Getxo unos 20.000 euros en juicios y unos 30.000 euros en la reforma, a los que habría que sumar unos 100.000 por la rotonda mal diseñada e ilegal. Son, por la broma, 150.000 euros a escote a cada uno de los contribuyentes de Getxo.
Ustedes pueden pensar que la historia de la rotonda macbethtiana acaba aquí. Es cierto. Pero los Ricardos III, Agripinas y aprendices de Goebbels continúan en las torretas y pasadizos municipales. Prestos a la próxima escaramuza.