La sonámbula y más relatos inquietantes
Marie luise Kaschnitz
En la solapa de este libro de relatos – traducidos por Santiago Martín Arnedo, los rasgos con los que se caracteriza a su autora, la alemana, M.L. Kaschnitz, pueden resumirse con una frase dicha por ella misma “Nunca he sido una luchadora”. Confesión que deja ver el contorno de alguien cuya sinceridad te lleva no solo al trazado de una conducta, también al deseo de filtrarse en la obra de quien posee esa mirada.
Quien lo hace se encuentra con la paradoja de estar ante una escritura leve de mucho peso y gravedad, donde todo está inclinado por la fuerza de lo que se arraiga en el devenir cotidiano, material que al ser escrito “cuando algo se llega a expresar con palabras se convierte en verdadero”, suelta el hierro candente que lo alimenta.
Una mujer encuentra una carta y cree que es de la amante, inexistente, de su marido. La mujer piensa en la infidelidad, y la va creando como una huella que deja un impacto.
Una adolescente se encuentra con un joven del lugar que quiere tocarla, besarla, abrazarla, en algún sitio de veraneo del Mediterráneo. La luminosidad de la atmósfera repite el tedio y el fastidio de la joven que se aleja de la familia y se encuentra con el muchacho, que tiene en la cabeza lo que sus hermanos mayores le repiten de las veraneantas “que ella no quiere, solo está disimulando, ella sí quiere”.
También cuenta una historia de guerra que ocurrió en una ciudad alemana. Historia reducida al aliento de sus ciudadanos que sufrieron la derrota de su país en la segunda guerra mundial, que vivieron bajo el nazismo sin atreverse a ejercer una oposición clara.
Estamos ante doce historias que intentan hallar la solución a una mínima parte del fondo de los secretos, enigmas que se entreveran con el día y lo rompen u oscurecen con una escritura de gran altura. Estatura que facilita el vuelo rasante de una visión que acierta en la evolución desasosegante hacia finales redondos. Incluso en “Historia de un barco”, donde no es posible introducir orden racional alguno en una navegación que consiste en ir y no llegar, siempre merodeando un horizonte “sin islas, sin costas, sin puertos, sin luz”. Relato que deja una vinculación profunda con la leyenda nórdica “El holandés errante”.
Doce relatos que alzan doce plantas donde viven personas con la sensación de que los espacios vacíos de su existencia tienen que rellenarse con lugares comunes. M.L. Kaschnitz los describe con la eficacia de todo lo que se halla en su sitio y en orden, para guardar la justa dimensión de los personajes en su soledad y angustia.