La testigo, contra el natural proceder, se convirtió en mártir. Después de denunciar la extorsión «dentro de lo normal», como la decían, no recibió ni un solo contrato de la administración. Es Ainhoa Alberdi. Grabó las conversaciones con los «recaudadores» Alfredo De Miguel y Aitor Tellería, altos cargos del Partido Nacionalista Vasco en la provincia de Alava. Estos le exigían «pasar por caja» – 100.000 euros – para hacerse con un contrato público en la ampliación de un parque empresarial en el municipio de Zambrana. Presentó ante el fiscal las grabaciones. Hace nueve años. Desde hace tres semanas se juzga el mayor caso de corrupción que ha llegado a los tribunales vascos. Están imputados más de 20 cargos del partido. Ainhoa Alberdi lamenta haber dado el paso que dio hace siete años. Lo que hizo no es normal en su pequeño país. La normalidad vasca es tan así que un grupo de personas decidió concentrarse para mostrarle su apoyo frente al palacio de justicia en la capital vitoriana donde testificaba la semana pasada.
La concentración en apoyo de la testigo Ainhoa Alberdi fu convocada por el colectivo Hala Bedi. Uno de sus miembros explicaba que sin la valentía de denunciantes, como ocurriera con las desviaciones del Palau en Barcelona, es imposible luchar y erradicar la corrupción.
Alberdi ha ratificado en el juicio punto por punto lo que denunció hace nueve largos años: la «alegría» e impunidad con la que actuaban los políticos del PNV y el entramado dirigido por ellos para colocar empresas afines y recaudar comisiones.
Las condiciones impuestas a la empresa de Ainhoa Alberdi, Urbanorma Consulting, eran la columna vertebral del entramado: Urbanorma Consulting sería la encargada de la compra de 900.000 metros cuadrados recalificados para agrandar el polígono industrial de Miñano. En el concurso público para realizar nuevos trabajos urbanísticos, se tenía que adjudicar al estudio de arquitectura Stoa, propiedad de Sergio Fernández Oleaga, amigo personal del imputado y alto cargo del PNV Alfredo De Miguel. La otra condición era que Aitor Tellería, también cargo del PNV, debía ser «asesor».
El nudo gordiano de la trama se suntenta en por qué sin ocupar ningún cargo en el parque de Miñano, todo el mundo sabía que había que dirigirse a Alfredo de Miguel y Aitor Tellería para poder recibir contratos. El padre de Ainhoa Alberdi declaró que trató de mediar la cantidad que se le exigía a su hija con otros «intermediarios» del partido. Lo primero que preguntó es «¿va para e partido?».