Vemos a la gerontocracia cultural tan dócil y obediente desde la transición hasta hoy, pedir sopitas al poder. Concierto de promoción-pelotazo para un Madrid olímpico 2020. Larga ristra de artistas progres de ayer y hoy con su obladíblablabá. Lo sentimos por ellos, pero la dignidad de las calles contaminará una cultura también digna. Está sucediendo.
Vemos la contabilidad del PP en redes sociales, enlaces, bittorrent… Desde ella nos podemos imaginar el resto de cuentas del psoe, de ciu, del pnv, de iu. Aparecen «colaboraciones», actos, eventos. No aparecen cosas como ese concierto por el pelotazo-candidatura de Madrid a los Juegos Olímpicos de 2020; tampoco adjudicaciones de ese estilo: por la paz, la democracia, la cultura. Y eso explica tantas cosas, como el silencio de una élite cultural tan en caída libre. Explica el ostracismo a quienes sí se opusieron al poder con tan sólo ser medianamente dignos (nos acordamos de Javier Krahe y el ostracismo del psoe por su canción Cuervo Ingenuo; o de Agustín García Calvo y otros negándose a ir a la dodeguilla de Felipe González donde sí pasaron otros). Lo sentimos, y para nuestro regocizo, la cultura súbdita de los popes se ahoga en su falta de plusvalía – para lo que siempre estuvo destinada -. Se desintegra el imperio Prisa tan deprisa, Rizzoli, Planeta. Referentes antaño como Anagrama o Tusquets, son hoy sombras extinguidas. Por contra, nacen editoriales (Pepitas, Melusina, Errata, Traficantes, Acuarela, Gallo Nero, Machado, Astiberri...), proyectos, experimentos artísticos, por las que corren letra y voz vivas. En Hincapié tienen una ventana abierta, para que salgan a vosotros, para que os coleis en ellas.
Vemos a los acomodados gesticulantes que escenificaron una o-posición a la invasión de Irak, caer en la más refinada meditación condescendiente en la ocupación de Afganistán bajo el gobierno de aquel zp. No digamos su mayúsculo silencio en el engorde que a la banca hiciera el presidente Zapatero con el pienso de quienes ahora sufren el mayor atraco de la historia de este país. Nadie puede rebatir la coherencia de la élite cultural con su mutis actual, en pleno estallido del cachondeo Bárcenas: no vaya a ser que su nombre en algún papel.
El orden de la gerontocracia cultural, como la cola de la lagartija, se rompe. El policía, el intermediario, el lobbista, el trepa, el político, el afiliado, el sindicalista, el banquero, el comisonista, el especulador, el deshauciador, saben que se mueve algo que no saben. Pero a lo que más miedo tienen no es a no saber el final, sino verse desbordados por el propio movimiento. Pánico al 15-M, a los deshauciados organizados, a los médicos respondones, a los enfermos organizados, a los que no aceptan el soborno pequeño de todos los días ni el soborno cultural generalizado, a los que se cuestionan una videna sin reposo, sentido ni bonanza vital. Les tienen miedo. Nos tienen miedo. Y con razón. Su mundo se cae, y sobre sus piedras, habrá que levantar uno nuevo. Su cultura, apuntalada en la transición y atornillada al poder político y económico del país, se desmorona al caer un sistema político y económico basados en el clientelismo y la mediocridad.
Tu vecino de al lado, la vecina con la que no te saludas, la tendera que aún sobrevive en tu barrio, el panadero que te ofrece el pan, el zapatero que remienda tus zapatos, la librera a diez manzanas de tu casa, lo saben: sienten lo mismo que tú.
El mundo caduco se resume en cómo intelectuales, actores culturales, adornan el discurso del poder. Del blog de Guillem Martínez, estudioso de la cultura transición, destacamos este video clip, que es un ejemplo magnánimo de cómo la cultura se pliega al discurso del poder, haciéndolo sonoro, transformando sus efímeras metáforas en emocionantes melodías.
Madrid, concierto para el 2020: no llegará. Cultura que muere. Viva la cultura.