Cuando en la axfisiante mañana del 18 de julio de 1980 la encargada de la limpieza de aquel madrileño hotel descubrió el cadaver de la mujer en la habitación 604, no pudo imaginar que había sido testigo tardío de un crimen cometido por turbios integrantes de la inteligencia al mando de la junta militar argentina. Los inspectores españoles pronto se dieron cuenta. Igual de pronto se cerraron las pesquisas. El asesinato de Noemi Giannetti era, sin embargo, la metáfora sangrienta que vivían cientos de miles de argentinos, perseguidos y desaparecidos dentro y fuera de su país. El documental No Me Olvides, dirigido por Karlos Trijueque y guionizado por el periodista Danilo Albín, reconstruye el asesinato de Noemi. Muestra la connivencia entre la dictadura y países con espita de democráticos como España, con su estado mayor, sus servicios secretos y la casa real en sincera colaboración. La Operación Condor también agitó sus alas al otro lado del charco.
La habitación del hotel madrileño había sido reservada falsamente a nombre de un activista montonero, Julio César Ramírez, capturado en Lima días antes por agentes argentinos. La muerte de Noemi pretendía ser presentada como un ajunte de cuentas entre opositores al régimen argentino. Noemi era madre de la plaza de mayo, pues su hija se hallaba secuestrada en un campo de concentración. La prensa madrileña, tan comedida, interpretó su muerte como una acción encubierta de los militares argentinos.
Las investigaciones de su caso muestran que sobre las diez de la noche del 12 de junio de 1980, varios hombres armados secuestraron a Noemí en su casa de la capital peruana.
El 18 de julio, Noemí subió a un avión de la compañía Varig en el aeropuerto de Río de Janeiro. Su destino sería Madrid. La acompañaban dos hombres que, según confesó tiempo después una azafata, “no la dejaban ni ir al baño sola”. En Barajas la esperaban otros dos individuos, también argentinos, que la llevaron hasta un hotel situado en el número 37 de la madrileña calle Tutor. La habitación, situada en la última planta del edificio, estaba reservada a nombre de Federico Frías, uno de los montoneros secuestrados en Lima y que, al igual que sus compañeros raptados ese día, jamás volvió a aparecer. Sus captores aprovecharon la documentación para alquilar la habitación a su nombre.
Cuatro días después, el olor a fétido que salía de la habitación 604, en cuya puerta colgaba el cartel de No molestar, llamó la atención de una de las encargadas de la limpieza. Noemí Giannetti yacía muerta, en avanzado estado de descomposición. En la mesa de noche los captores dejaron un pasaporte argentino a nombre de María del Carmen Sáenz, nombre con el que la víctima fue identificada en el aeropuerto.
En Madrid, la inteligencia militar argentina contaba con un grupo de tareas, encargado de operaciones encubiertas contra exiliados argentinos. Según el periodista Danilo Albín, guionista del documental, «en cuanto a la fecha hasta la que funcionó el grupo de tareas que actuaba a través de la embajada en Madrid, todo indica que habría continuado hasta finales de la dictadura, en diciembre de 1983. España siempre fue un lugar de sumo interés para la dictadura, ya que aquí se encontraban muchos exiliados argentinos». ¿Es posible que los servicios argentinos hubieran operado en España sin contar con cierta connivencia de los servicios españoles? Las miradas se dirigen a quien era el director del CESID cuando mataron a Noemí Gianotti de Molfino, en julio de 1980: Gerardo Mariñas Romero. En agosto de 1980, Mariñas fue sustituido por un segundo jefe en funciones, el coronel de Infantería de Marina Narciso Carreras Masa.
El 18 de marzo de 1980, cuatro meses antes del asesinato de Naomí, tiene lugar un encuentro en Madrid entre el embajador de Argentina, Jorge Washington Ferreira y el ministro de presidencia del gobierno Suárez, José Pedro Pérez-Llorca. Según publicó la revista Interviú (27/05/2013), el embajador reclamó intervención gubernamental para un mejor trato en las crónicas que RTVE hacía de la situación argentina. Por su parte, el ministro estaba deseoso de conocer la fórmula de la junta golpista contra la insurgencia, por su posible aplicación a la lucha contra ETA. El mismo Ferreira describe en el memorandum secreto que transcribe a Buenos Aires cómo sugiere al ministro que comprenda la eficacia de la solución militar contra la disidencia que ha logrado la Junta militar argentina. Cuatro meses después, aparece el cuerpo sin vida de Naomí Giannetti en pleno centro de la capital española.
Un Rey condecora a los verdugos
La primera visita que los reyes de España hacen a Argentina tiene lugar en noviembre de 1978. Para entonces hay datos más que fiables de la gran extirpación que el ejército lleva a cabo en toda la Argentina. El rey Juan Carlos, en su estancia en Buenos aires, condecora al comandante en jefe de la dictadura Videla. En junio de 1980, Doña Sofía visita, de nuevo sonriente y oficialista, el país de los silencios y los ausentes. Como recuerda a Hincapié Danilo Albín, » la prensa española aseguró más de una vez que el rey había hecho gestiones por los desaparecidos de origen español, jamás contaron que el rey condecoró a Videla y a unos cuantos represores argentinos. Estas condecoraciones fueron publicadas en su momento por el Boletín Oficial del Estado, pero pasaron desapercibidas».