Las fotografías en blanco y negro tienen la virtud de resaltar fondos sobre formas, fortaleciendo el tema que retrata. La foto como recipiente en cuya concavidad se deposita el caudal de lo que importa y está debajo de las apariencias.
El tema que trata André Kertész es el de distintas personas leyendo libros, periódicos, revistas y niños ensimismados con tebeos. Con este elemento mínimo consigue el vigor de una melodía que se repite desarrollándose en calles y azoteas, parques e interiores donde alguien se obstina en dejar una parte de su vida a la vista de esa disposición natural que las buenas fotografías captan.
André Kertész (Budapest, 1894-Nueva York, 1985) fue uno de los fotógrafos más singulares del siglo XX. En sus imágenes los acontecimientos cotidianos se ven transformados por algo más que la mera información, hay una dignidad poética en hombres y mujeres que están inmovilizados en el proceso íntimo de abrir un libro o un periódico. Tal vez en memoria de su padre, que era librero, capturó a lectores de toda condición en momentos intensamente personales en cualquier lugar imaginable.
Abrir LEER nos convierte en otro más de los personajes que retrata. Y como dice Alberto Manguel en su prólogo: “construimos narraciones en torno a las imágenes que descubrimos en nuestro entorno”, por ello la imagen de un lector y su libro pueden significar muchas cosas, porque las acciones de cada día encuentran su lugar en la luz.