Si la megamáquina que controla hoy la civilización comenzó a engrasarse nada menos que en el siglo XVI con las teorías del dios Sol, qué mejor momento que la estación del sol para releer la lúcida vivisección que Lewis Mumford hace del Poder contemporáneo en el magnífico ensayo publicado por Pepitas de calabaza, El Pentágono del poder. Por desgracia, no disponemos de un Mumford en nuestros días. Pero por fortuna sí gozamos de todo su legado reeditado recientemente. Mumford fue uno de los pocos y últimos pensadores verdaderamente renacentistas, como pudiera serlo Leonardo da Vinci. Su campo de pensamiento abarca desde el urbanismo, la historia de las utopías, la megaciencia y el poder jerarquizado. Las disciplinas que aborda van desde el pensamiento político, pasando por la sociología, la ingenieria, las artes hasta la ciencia de la comunicación. Es asombroso que no sea estudiado, o al menos leído, en las facultades de ciencias sociales, incluso en las de ingenieria. La suya fue siempre una alerta: el hombre, su civilización, ha creado una red de poder que le ha desplazado de las propias decisiones; la megamáquina, como las pirámides de los faraones egipcios, domina de tal forma la vida humana sin más principio que la optimización de su propia estructura. El gigantismo nuclear y el poder concentrado de los estados son su más vívida y gris metáfora. Pese al pesimismo de un hombre que vio morir a su hijo en una guerra, que presenció Hiroshima Y Nagasaki y otras atrocidades, subyace en Mumford un deseo de posibilidad, de recobrar para e ser humano el valor y los valores de sí mismo y dotarse de una estructura social mínima y a su escala que le permita intervenir y controlar.
Lewis Mumford es un lúcido abuelo en pie en el atril de un auditorio que somos nosotros, postrados en las sillas de nuestra época. Su exposición, mesurada, profunda, cabal y sobre todo humana, no puede más que provocarnos un sofoco: no hay tiempo que perder; el poder puede que nos haya matado ya. Salvo que esa advertencia la hacía Mumford entre 1930 y 1970, año este último cuando la red cibernética comenzaba apenas a atisbar el magnífico control que hoy tiene sobre nuestras vidas y nuestros modos de pensar y existir. Leer a Mumford hoy solo puede desagradar. Liberarse del control es incómodo; es frustrante pensar que la vida humana tiene cada vez menos de humana porque el ser humano no controla lo que rige su existencia cotidiana. Leer a Mumford es hoy imprescindible.
Mesopotamia, la cuna de la planificación económica, el parlamento, la burocracia, yace ahora bajo las ruinas de Siria e Irak sepultadas. Los cimientos de la civilización occidental, dequebrajados bajo la megamáquina bélica y de poder actual que hicieron posible Hiroshima y Nagasaki. En este verano de la oscuridad, leer a Mumford y su magnífico El pentágono del poder puede ayudarnos a abrir los ojos en vez de esperar a que una aplicación del teléfono móvil lo haga por nosotros.
En este enigmático verano en el hemisferio del planeta donde vivo, se celebran efemérides de revueltas y utopías, muchas de ellas nacidas al abrigo del calor estival que permite ocupar las calles y las adhesiones. Buena parte de esas revueltas son ya mercancía circulando por los bazares del sistema. Lewis Mumford consideraba en su Historia de las Utopías, también editada por Pepitas de calabaza, que todas ellas habían caído en el funesto error de no afrontar la existencia del poder mismo. Todas, de una u otra manera, mantuvieron la estructura ya existente con la intención de otorgarle, en el mejor de los casos, un rostro más humano y no cuestionaron la peligrosa supramacía de la técnica frente al ser humano.
El oscuro vaticinio que hiciera Mumford hace 60 años, hace tiempo que se ha cumplido. El entramado nuclear dispuesto alrededor del mundo podría hacerlo saltar por los aires. Paradogicamente, no llegará tiempo, puesto que el entramado militar perfectamente jerarquizado acaba cada día con la vida de miles de personas teniendo en todo el vasto Oriente ya a millones de personas asesinadas. Todas ellas son la cuenta de resultados, un albarán, emitido por una gigantesca impresora haciendo las veces de caja registradora de un entramado piramidal que fue una vez creado por ese ser humano. Es en este verano cuando asistiremos a un eclipse solar. De mientras, y tras él, asistimos a un eclipse de la propia humanidad. Eclipsada por su propia máquina. Por eso es necesario a Lewis Mumford hoy más que nunca.