Este es el relato de muchas cosas en un solo documental: el retrato de la corrupción local, la lucha de unos davides contra ese goliat, y el aliento colectivo para forjar un presente posible que cambie la sangría del sistema corrompido. Conocer es el primer paso para cambiar. El documental Corrupción: el organismo nocivo, de la productora Pandora Box TV con Albert Sanfeliú al frente, quiere ir más allá de la mera exposición resignada, donde se quedan el periodismo y la sociedad bienpensantes: es preciso, y posible según los protagonistas del documental, erradicarla bajo una toma de conciencia colectiva de urgencia, partiendo del ejemplo de quienes sí se han opuesto a ella de una u otra manera. Queda la cuestión de si la corrupción es inherente a la democracia de mercado, por cuyas venas circula dinero, y si el reto en realidad va más allá de la reforma, y más allá de articular la política en partidos por cuyas venas ha de correr dinero y clientelismo, nutriente democrático de su perennidad. Los davides Itziar Gonzàlez, Maite Carol, Albert Gadea y Fernando Urruticoechea relatan en este documental su guerra contra la maquinaria. Esa guerra suya tenía lugar cuando mejor y con más anuencia social reinaba la corrupción: la época de las vacas gordas, donde a mediados de los 90 había millones de propietarios que accedian a créditos para especular en la ola de la economía. Especulaban los políticos, los empresarios y ciudadanos convertidos en propietarios con posibles. Los planes urbanísticos permiten cambiar suelos rurales en oasis de viviendas que pasan de año en año a duplicar su valor: hipotecarse era una oportunidad para poder hacer negocio. Negocio para todas las escalas sociales. En España, según alardeaba algún ministro había «41 habitantes con un alto poder adquisitivo». Caída la burbuja, la tolerancia hacia la corrupción de esa masa social, otrora condescendiente, toma un tono de desaprobación. Para las minorías vecinales, organizadas, intoleradas que denunciaban sin eco social la sangría de aquel lucro, surge de repente la atención mediática.
Lo cierto es que la corrupción se cobra un alto precio que detrae del bien común, como asegura en el documental Carlos Martínez: «no es tan difícil encontrar gente afectada por la corrupción y su nocividad». El desarrollismo que fagocita la corrupción y la corrupción que facogita el desarrollismo es un macrocosmos en sí mismo cancerígeno.
El documental comienza la travesía en el desierto de las proyecciones. El circuito de cines comercial se presenta difícil, pero llegará a las ciudades y pueblos a través del espacio alternativo. Una esperada noticia.
[…] Los davides contra el Goliat de la corrupción […]