Estoy acostumbrado a ponerme tapones de goma en los oídos. Vivir en un edificio de cinco alturas y veinticuatro vecinos, construido hace cincuenta años, significa que tienes toda clase de ruidos dentro. Tabiques y techos tienen la consistencia del papel. Así que sin interferencias, ya con los oídos obturados me dispuse a leer Los últimos.
“Me llamo Paco, soy periodista y venía a hablar con usted”, se presenta Paco Cerdá a Matías López, único habitante de Motos, uno de los pueblos de cinco comunidades y diez provincias que agrupan a 1.355 municipios que el periodista recorre. Los territorios con una densidad inferior a diez habitantes por kilómetro cuadrado son considerados por la ciencia desiertos demográficos; en ellos, además del silencio y el cielo que las ciudades nos ha robado, descubrimos que permanecen menos habitantes por kilómetro cuadrado que en la región menos habitada de Laponia o que en Siberia.
La poca población que vive aquí, mancha despoblada y agonizante de la península ibérica llamada Serranía Celtibérica, está muy alejada de los servicios básicos, lo cual invita a los residentes a marcharse por no poder vivir con unas condiciones mínimas. Este es el rasgo que nos diferencia de Laponia, donde la gente recibe ayudas y son sujeto de estrategias para fijar a la población en su territorio, permitir su desarrollo y mantener una forma de vida.
“Se calcula que en nuestro país son ya más de tres mil los pueblos abandonados del todo y que en los próximos años otros tantos lo estarán también”, dice Julio Llamazares; y añade “fue necesario que agencias inmobiliarias de Francia o Rusia ofrecieran pueblos enteros abandonados para que nos diéramos por enterados de un problema que desde hace ya mucho tiempo está condenando a gran parte de este país a la desaparición”.
Todo comenzó en el modelo capitalista clásico que dominó la economía desde el siglo XIX hasta las postrimerías del siglo XX.
El éxodo rural constituía un aspecto consustancial para el éxito personal y consolidación del mundo urbano, afirma Joaquín Recaño, profesor del Departamento de Geografía de la UAB. Esta enseñanza pone inicio a una suma de circunstancias cuantitativas y sociológicas que observa el orden ( y la orden) de los tiempos.
Paco Cerdá atraviesa un espacio, recoge las migas de esta muerte por despoblación, las mira con cuidado en un viaje que persigue quedar impregnado de la lentitud y la esencia que conforman los lugares. Su escritura es propensa a mezclar los estilos de la crónica pura y dura, con la lírica que acumula fracciones de tiempo respirando los parajes. Todo promueve a una honda compenetración con los sentimientos, las quejas y alegrías de los pocos habitantes que quedan en amplios lugares de las provincias de Soria, Teruel, Guadalajara, Valencia, Castelló, Zaragoza, Burgos, Segovia y La Rioja.
Los últimos es un libro que traza el plano de unas regiones para formar el cuadrante declinante de lo que algunos llaman Demotanasia: falta de oportunidades, emigración, desarticulación, envejecimiento, despoblación, extinción.
Quedan relatos de vida en los márgenes de una página que se llamó industrialización, progreso, y que la última y larga crisis está borrando.
Quedan formas de vida reducidas a ribetes que pactan con la soledad y la memoria.
Sin énfasis, este libro conmueve con una emoción en sordina que late bajo las palabras justas y precisas que nombran el desmoronamiento rural.