Hasta leer Los Vencidos, de Manuel Ciges Aparicio, yo sostenía que el Nuevo Periodismo no lo inventó en 1965 Truman Capote ni antes que él Rodolfo Walsh, sino Ramón J. Sender con la magistral crónica Viaje a la aldea del crimen, en 1933. Ahora, la fecha del Nuevo Periodismo hay que ponerla en el año en que Manuel Ciges Aparicio, en 1910, escribió esta vigorosa crónica sobre los mineros de Riotinto y Almadén y su espeluznante realidad, Los Vencidos, que ahora publica Pepitas de calabaza.
La Compañía con sus cuatrocientas guardas ejerce las veces de un temerario Estado sin más ley que la que ella mismo dicta. El que no manda y obedece tiene en el mejor de los casos el destino del destierro; en el peor, la muerte. Los mineros parecen mendigos, sus ropas hechas trizas, y por sus alpargatas roídas asoman los dedos de los pies. Cada día docenas de ellos sufren una herida, una amputación, o encuentran la muerte. Las casas donde se hacinan se derrumban por las explosiones de la propia Compañía. Manuel Ciges se pone a la altura de Jack London y su Pueblo del abismo en el que describe el lumpen proletariado del Londres de principios del siglo XX.
Cada minero que trabaja a cielo abierto cobra once reales en una jornada de doce horas. En la contramina, el infernal subsuelo abrasador y gaseoso, las jornadas son solo de dos horas y media – nadie puede aguantar más – y están algo mejor pagadas. Desde el gran hundimiento, las corrientes de aguas subterráneas arrastran las masas de cobre que exhalan un vapor mortal. No hay minero que resista más de dos meses trabajando allá abajo. La silicosis abre el pecho cuarteando los pulmones hasta deshacerlos. Los capataces cobran de los mineros por designar trabajos menos duros (cinco o seis reales). Los ingenieros, también. «Como que ellos van a la parte».
Riotinto con sus calles empinadas y tortuosas, su centenar de casas derruidas por los hundimientos. Alrededor, un anfiteatro de montañas parece cortado, escapado e inaccesible. Por estos rellanos van y vienen los trenes, rugiendo, cargados de mineral y mineros, exhalando un toldo de humo. A lo lejos se oyen roncas detonaciones que estremecen los montes. Tiemblan las montañas, y los hombres como pigmeos, suben y bajan, corren escarban y pican.
El trabajo de los hombres en las vías también es terrible. El tren galopa, ellos corren a su lado, se afianzan entre los vagones, suben a lo alto y corriendo de un lado a otro, aprietan o aflojan los frenos; un ligero traspiés, y adiós a la vida. Manuel Ciges hace en 1910 lo que Sebastião Salgado hará 76 años después con las espectaculares fotografías de los mineros de Pará en Brasil.
El terror sedimentado y vaporoso reina en Riotinto y su comarca. Ciges va a ser el único que consigue infiltrarse y salir vivo para contar la realidad de otro siglo que allí se vive día a día. El resultado serán dieciocho crónicas publicadas en El Mundo y más tarde en El Socialista sobre las minas de Riotinto y Nerva.
Algunos periódicos denunciaron los artículos publicados en El Socialista por inexactos o fabulosos. Cuando más tarde Ciges busca editor para el libro, las dificultades son enormes, hasta convencer al autor de una conjura movida secretamente por el banquero Gustavo Bauer en nombre de Rothschild, propietario de la Compañía Riotinto. Al final, la editorial Hernando acepta publicar sus crónicas, pero a finales de enero del año siguiente, en 1911, la distribución del libro es escasa, y el propio Ciges en una carta escribe: «Me han dicho que llegó a publicarse; pero son muy pocas las librerías que han recibido uno o dos ejemplares. La prensa no lo ha anunciado, y nada tiene de particular, porque ni a los periódicos en que colaboro lo han enviado… En fin; yo soy el autor y ni de mí mismo se han acordado».
Las dos crónicas que componen el libro Los vencidos – La California del cobre y La ciudad doliente – han soportado muy bien el paso del tiempo, ciento trece años. El rescate editorial de Pepitas de calabaza merece celebrarse por la importancia literaria y social que tiene y tuvo este libro. También por la audacia y honestidad de su autor, republicano que acabaría siendo gobernador civil en la provincia de Ávila, asesinado por las tropas militares que se alzaron contra la República.
La prosa de Ciges en apariencia parca tiene la fiereza de la mecha. Encuadra escenas panorámicas fotográficas y enfoca en planos cortos a los nadie, las esclavas hormigas sacrificables. De fondo, se perfila la omnipresencia del Moloch, de la Compañía Riotinto, propietaria de todo, hasta de las vidas de los mineros. Hasta que…
Los vencidos. Manuel Ciges Aparicio. Pepitas de calabaza, 2023. 139 páginas. 18,90 euros