Madrid es la salida y la llegada de una ruta 66 que el mismísimo Dante no imaginó en su infierno. Madrid deglute y engulle a España. Es su capital y al mismo tiempo una solitaria que parasita el intestino del país. Las elecciones en la comunidad de Madrid han llegado al disparate nacional. Derechas e izquierdas han levantado barricadas con eslóganes salidos de las morgues políticas del pleistoceno. Las promesas de todo a cien caídas de las baldas del supermercado electoral han dado paso a los nuevos productos que venden los gurús: el apocalipsis de los otros si estos gobiernan. Como si Madrid no llevara siendo el apocalipsis desde hace décadas de sectas políticas y recetas embadurnadas en una guerra modernista entre ultra urbanos pijos de gusto señorito y los paletos resabidos de moral cool o incluso hípster.
Madrid es un tripi pasado. Veas el informativo que veas. El mismo reality bulímico te encuentras en un garito de pobres en Lavapiés o en un pub en los barrios de renta estratosférica. El mismo populismo de gominolas coloreadas de distintos sabores.
Hay un punto de fuga donde los bienpensantes que se dicen liberales y los que se etiquetan de izquierdas confluyen en una chillona paridad. Todo lo miden por el dinero. Coinciden en que las fuerzas productivas han de alcanzar un nuevo estadio de acumulación o productividad. Cada cual lo ha redefinido a su manera: el mercado libre, unos; lo común productivo lo llaman últimamente los otros.
Y si en esto están de acuerdo y en el determinismo de la etiqueta, también están de acuerdo en otra cosa muy elemental, queridos Watson que habitamos Madrid. Unos gobiernan para que otros deban ser gobernados.
Y es así cómo se abre el melón hueco de la castiza realidad madrileña y especialmente española. Salvo que la campaña electoral madrileña ha sido un concurso del navajismo cañí que esconde un autoritarismo recalcitrante.
El hasta hace poco vicepresidente del gobierno español y candidato de la nueva izquierda a Madrid, Pablo Iglesias, se ha erigido en el cardenal Cisneros de la regeneración progresista. Exige a convertidos e infieles que condenen las amenazas que ha recibido – una carta con balas – como prueba de fe democrática. Isabel Díaz Ayuso, ha sido presentada como la Juana de Arco de la derecha no ya madrileña sino española – lo que es una maniobra de la propia derecha para descabezar al líder nacional del PP Pablo Casado. La lideresa enarbola una campaña humeante de auto de fe: o se es comunista o, como ella o junto a ella, liberal. Rocío Monasterio, la candidata de Vox representa el business cañí típico de la capital de España: compraventa de locales industriales para convertirlos sin permiso en lofts a precio de oro. Madrid always different.
El ruedo político es más un museo de cera con una luz trémula y delirante. La política se ha apropiado en directo de lo político para convertirlo todo en bisutería de mercadillo. Lo político sería un testimonio político diario que buena parte de la gente rehúsa. Lo demás es lo que queda y que se apropia de todo.